HACIA EL FUTURO CERCANO

En vista que ya hay indicios de iniciar las compañas políticas con miras a  llegar al sillón  de las entidades que gobiernan el país; los hago partícipes de mis reflexiones.

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Según las experiencias vividas, se deduce que los nuevos gobernantes, a nivel regional, deben ser personas con profesiones afines al cargo que van a desempeñar. Tienen mucha razón en vista que hay que administrar dineros,  concretizar proyectos en pos de un crecimiento y desarrollo sostenido y adelantarse al futuro. Pero eso sí, deben ser  técnicos  de comprobada sapiencia, totalmente desprendidos y lo más importante, creativos, los que en verdad es un tanto difícil de hallar por la falta de identidad en el desempeño de sus funciones. De lo contrario, tiene más valor el de experiencia flor de piel.  Es que  no es nada raro que existan profesionales cargados de medallas y honores pero que por su sesgado parcialismo, fanatismo, especialistas en suplantar ocupaciones sin mérito alguno y tercamente pegados a sus intereses particulares y mezquinos; creen que la patria les pertenece y viven ajenos a la realidad y direccionan sus actitudes, llevados  por sus antiguas costumbres de formar cofradías y cúpulas impenetrables, donde ellos no más son los favorecidos porque pertenecen al gobierno de turno y esa es una de las razones porque que no se avanza hacia el logro del bienestar general. Cada cual piensa para sí mismo y  sus allegados y los demás no existen ni en sueños.  Según mi propio criterio, considero que la situación del Perú por la que atraviesa y no  tiene cuando acabar, no es tanto porque se arrastra un desequilibrio económico de siglos, sino por la falta de conciencia, decisión, criterio, sentido, equidad y humanidad de los que manejan las riendas de la sociedad.   Por eso, es el clamor general, por favor, ya no más  individuos  que se suben al coche del partido gobernante para obtener acomodos para  él y toda la parentela, conseguir dineros de no muy clara forma y pasar la vida de esa manera como si el único fin de la existencia fuera solamente posicionar  a la familia y nadar en el vil metal mal venido. Cada cual debe edificar su hoja de ruta con atributos propios y no crecer a las sombra del padre,  jefe o partido. Ya no más los que buscan nombramiento y luego de adueñan del puesto  a pesar de su improductividad, pero si les hablan de actualización de conocimientos, es como si le sacaran un ojo de la cara. Una gran mayoría quiere trabajar menos ganar más y que nadie le diga nada. Nunca más los improvisados que  ingresan en todos los sectores, pero en ninguno dejan huellas por que han querido volar cuando ni siquiera saben hablar ni andar.  Cuanto quisiera que ya no existan lo que defienden lo indefendible, los inmorales moralistas, los que amasan sus capitales con la coima y después se creen ángeles inmaculados,  seres sin pecado que se ruborizan cuando se enteran de algún dolo del cual está acostumbrada la población. Ya no más los que muestran oídos sordos a motivar la cultura en todas sus expresiones y no entienden su tremendo aporte a  la madurez espiritual del ser, por la que me pregunto ¿qué culpa tiene el pueblo  de su frondosa ignorancia? Justo no pueden pagar por pecadores.  Claro  que no son todos, hay honrosas excepciones que hasta me quito el sombrero por sus dotes de bondad. Por eso, ojala en las próximas elecciones, reine la cordura, el patriotismo autentico y se elija pensado en el futuro de la nación, para que se acabe de una vez por todas, la cantaleta de siempre, que se cifran esperanzas en una agrupación, ingresan con bombos y platillos y luego se retiran en medio de una rechifla que se escucha hasta Marte. Es que si bien es cierto,  el despegue peruano hacia  el bienestar general no se va a lograr de la noche a la mañana; al menos  se debe compartir hasta la pobreza y no ocurra lo que pasa ahora en la cual  unos viven como reyes y otros como mendigos ante el aplauso de satisfacción de los serviles y sumisos  que le hacen sombra al poder, mientras que el resto de la población, acude a DIOS por su apoyo porque ya no cree en sus hermanos de sangre, al ser el propio verdugo de sus ansias de realización personal.

 

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