Cuando se consigue una meta tan solo llevado por la emoción repentina y se desvanece la repentina embriaguez de fama y logros inesperados, la persona se encuentra cara a cara con la realidad que siempre resulta distinta y en ese instante recién se notan los desfases íntimos que no permiten la realización plena de los sueños.
Es por eso que la imaginación debe tener un límite y estar basado plenamente en lo que posiblemente sea realizable a corto, largo y mediano plazo. Claro que si se rodean de gente capacitada, con identidad regional y nacional, con ansias de trabajar sin esperar recompensa mal venida; se facilita la labor y se consigue llegar a buen puerto. Más si todo es puro acomodo llevado por un excesivo pago de favores políticos, se agrava la situación porque si el eje principal carece de sapiencia y los demás también, desgraciadamente la caída al oscuro abismo de lo incongruencia y el olvido es cosa ya muy sabida. Lo que en esta oportunidad reflexiono en voz alta no es nada del otro mundo. Lo sabe hasta un niño. Lo que ocurre es ni más ni menos, que la consecución del umbral de gloria se realizó pero no de buenas maneras y costumbres. Hubo dineros mal venidos por parte de quienes inescrupulosamente lo veían como una inversión en la cual después de conseguido el triunfo, lo principal es recuperar sus capitales en el tiempo menos posible y con esas oscuras ganancias mejorar su posición social con transacciones comerciales que le permitan más ingresos pero a costa de los caudales de ingenuidad del pueblo. En este caso, de ninguna manera se pueda hablar de amor a la tierra, sino al billete, egolatría e interés desmedido. Ahora, si el ascenso al sitial fortuito es en la última etapa de la existencia humana, denota una inocultable ambición de trascendencia económica, lo que resulta difícil creer que su ingreso a la administración del devenir patrio es porque se quiere al suelo que lo vio nacer. Más también hay que tener en cuenta, muchos tratan de lograr un sitial de popularidad por pedantería y orgullo sin tener las mínimas condiciones para desempeñarse en los espacios delirantes del estrellato, por la que en cada acción solo deja entrever su total desconocimiento en la materia o que propicia una descenso terrible en las preferencias de las grandes mayorías ávidas de nuevas y mejores realizaciones y poder mirar al futuro con el color de la esperanza. Como se puede apreciar, no basta querer sino saber hacer y adelantarse al futuro creando una nueva cultura de realización personal en base a la sabiduría. Lo que ocurre en realidad es que hay una muy escasa identidad con la tierra que lo vio nacer. Una cantidad de personas, felizmente no todos, lo único que piensan es en lo qué van a ganar pero les importa un comino cumplir con sus funciones. Pero aún así, si están en un lugar expectante en la cual hay que dar a conocer las bondades materiales y espirituales del lugar; como improvisan a la eminencias que va a estar a cargo del departamento, se pone por no se qué motivos, a gente que no tiene nada que ver con el asunto y por esa razón el tan mentado proyecto no da fruto. No estoy en contra del trabajo de ninguna persona, todos tienen derecho pero hay que ubicarlos donde sean productivos y no se utilice el puesto de trabajo solamente para ganar dinero sino para producir y cumplir con el fin por el cual se le contrató. Por esta razón si la cosa sigue si y no se valora al talento innovador, mañana más tarde que nadie se queje del atraso en que vive la patria porque los culpables están a la vista y paciencia del público y hasta da la impresión que estamos hecho al dolor y nos agrada que los buenos para nada estén al frente de la nave que cada vez se pierde en el horizonte de su propia incompetencia.