El arte popular por ser una expresión del alma y de raíces innatas en una gran mayoría de talentosos artistas, camina entre la sombra y la oscuridad.

Hay una gran cantidad de  virtuosos representantes que disfrutan del éxito tanto en el Perú como en el extranjero, pero hay una gran legión de cantantes, instrumentistas, autores,  compositores de maravillosas cualidades que nada tienen que envidiarle a los que iluminan con su arte los mejores escenarios del mundo. No hay que olvidar que muchos tuvieron que abandonar las fronteras patria para conseguir el éxito que en su propia tierra le fue negado por los que solamente ven a través de sus cuentas bancarias pero no tienen corazón. Hay en todas nuestras regiones iluminados valores del género nuestro que a pesar que tanto se les vanagloria y son muy solicitados por sus cualidades que marcan diferencia en el ámbito de la música,  se pierden en el anonimato por el terrible centralismo capitalino. El artista no necesita que le regalen nada porque ha nacido bendecido por los dioses  con aptitudes no tan comunes en todas las personas. Lo que requiere es fuente de trabajo o al menos sentirse útil y enseñar lo que le nace de sus propias entrañas cuajadas en el yunque de la belleza y los sonidos de su entorno vivencial. Los festejos, las declaraciones de un día para que se le rinda culto a su cruzada cultural, a sus creaciones, es flor de un día. Pasado el jolgorio, la vida sigue igual y hasta peor. El que está en la cúspide de la popularidad sigue triunfando y el que es desconocido, se pierde en el olvido. Es que por mucha ley del artista que exista, él sigue arrinconado en la orfandad con toda su gama de realizaciones que si se les brindase el apoyo que tanto necesita, podría triunfar en cualquier escenario de aquí y ante el más exigente público del orbe mundial. El desamparo del artista también se origina por la crisis por la que atraviesa el país originada por sus mismos hijos que no la quieren sino tratan de explotarla nada más. Ante la cruel desocupación en la cual una gran mayoría solamente trabaja para comer a duras penas, ¿Qué gana le va a quedar de tocar un instrumento, cantar o escribir? Es por eso que ellos en el lugar donde se encuentren, son verdaderos héroes porque a pesar de todas las peripecias, inconvenientes, segregación racial producto de nuestra idiosincrasia nativa de la cual todos  sufren, siguen impetuosamente creando en medio de la soledad de sus valles y páramos solitarios, con la esperanza que alguien se acuerde de ellos algún día. Esta es la cruda realidad del artista vernacular, criollo y de todas las ramas del arte. Mientras que otros sin nada de talento, solamente porque tienen amigos poderosos se ganan el dinero que le da la gana y hasta se dan tiempo para malgastarla es que lo que no les cuesta fácil se le va. En este segmento social y de inspirados derroteros, nuestro gobernante y todos los que gozan del don de mando, deben colocarlos en la mira y hacer lo modo posible para que tenga una vida digna y se le considere como una persona elegible y confiable desde todo punto de vista y no solamente se les llame cuando alguien necesita distraerse o festejarse, luego se le da una propina y vuelve a sus cuarteles de invierno hasta que alguien se acuerde ellos. Todos deben pensar que atributos de esa naturaleza no se encuentra en cada esquina, ni se compra en el mercado donde se negocia la libertad y la conciencia al mejor postor. Por eso es que hay que cuidar, apoyar, orientar y darle las facilidades del caso para que desarrolle sus actividades en un clima con futuro halagador y  pueda cristalizar sus ideales de irradiar ternura y sosiego  a la colectividad. El arte integral humaniza a la persona. Si no se incentiva al artista para que produzca más y mejor, podemos ser un país muy desarrollado pero sin vida porque el arte es lo que le da naturalidad y grandeza a la existencia humana.