LA COMEDIA DE TODOS LOS DÍAS

Cuando no se sabe hacer una función laboral, para concluirla con creces, su realización es muy lenta por la que se toma más tiempo en efectuarla.

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Hasta que domine a la perfección la ejecución de una rutina diaria, requiere de más horas y dedicación de la persona si es que ansía tener mayor productividad en su labor. De lo contrario, si hay familiaridad, amistad profunda con los que están a la cabeza de la institución, la acción de lograr la eficiencia, carece de importancia. El acercamiento con los jefes, basta para no buscar la efectividad en sus intervenciones. Más hay otro tipo de trabajador que a pesar de sus años de servicios, como siempre hace lo mismo,  actúa mecánicamente; además porque es nombrado y todo lo demás, casi nada o muy poco le interesa su actualización de conocimientos. Con tal que le paguen y pueda cumplir con sus deudas atrasadas, el resto es lo de menos.  Más por ironía del destino, estos dos tipos de trabajadores, son  los que gozan de más popularidad y los que verdaderamente trabajan, se actualizan y son eficientes; son uno más en la institución y hasta hay cierta indiferencia  con ellos. Da la impresión, quien va a comer a la oficina, para pegado al teléfono fijo o al celular pero por motivos ajenos al trabajo, escuchando música con audífonos, el eterno conversador de vanalidades, el que se cree superior sus compañeros por orgullo solamente porque en realidad no le ha ganado a nadie; todos ellos, con la venia de un jefe que por no crearse problemas, todo permite, o por que son recomendados o amigos de otro  superior inmediato; son los más considerados y tienen carta libre para hacer lo que les venga en gana. Esta triste realidad que ocurre en las oficinas públicas y particulares de gran parte del Perú, es la causa por la que no hay productividad como debería de ser. Por eso es que los documentos llegan a sus despachos, no se le da solución a los requerimientos. Pasa de mano en mano y no se logra lo que se pide. Cuando la persona reclama, nadie sabe donde está y tanto es así que se ha puesto de moda la bendita palabra “tiene usted que hacer un seguimiento”. Ante  esta frase, cualquiera se pregunta. Por qué dicho funcionario no le da trámite, o si no procede o esta mal hecho por algún motivo ¿Por qué no se le regresa el documento al interesado?  que se le tiene archivado hasta que la persona aparezca. Entonces ¿cuál es el servicio que se presta? Se le puede pagar a una persona para que entorpezca el trámite documentario, o  no firme  o apruebe  lo solicitado con la premura del caso. Hay que tener en cuenta que la funcionabilidad de las personas está en la rapidez con que se solucione los problemas. No es  ético ni profesional,  guardarse los papeles y no devolverlo o no darle trámite de inmediato. En este mal de todos los tiempos debe primar el sentido común y pensar siempre ¡No hay que hacer lo que no nos gustaría a que nos hagan! y más que nada, actuar con humanidad, humildad sencillez, sin orgullo pero con mucho  afecto. Más ni que hablar del trato que dan a los usuarios. Esa es otra historia. En realidad un trato amable, una sonrisa  que contagie amistad, un apretón de manos, una palabra cortes, una mirada agradable, una palabra de aliento, una promesa de solución inmediata a una duda, creo que a nadie le falta a flor de labios. En esta cruzada de amor hacia le prójimo, todos debemos poner el hombro y  haciéndose un examen de conciencia, determinar hasta que punto somos ineficaces en esta vida  y tratar de cambiar. Nunca es  tarde para hacerlo y el que no lo hace, es una actitud  preocupante porque se condena en vida  y nunca gozará del aprecio popular.
El hecho de ser un a eminencia, tener muchos años de trabajo, experiencia, no quiere decir que una institución va a caminar de maravillas. Es que no todo es tener conocimientos

 

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