Un mejor porvenir no solamente lo determina una ley que se dicta a favor de las grandes mayorías.
La norma puede ser completa en todo el sentido de la palabra pero si llega en manos de una persona que por muy profesional que sea, no tiene el mínimo de escrúpulos ni sangre en la cara, la aplica a su manera y los beneficiados no son los que aman o tienen esperanza en la justicia sino aquellos que viven de la injusticia. En este sentido, para que la patria encuentre el rumbo preciso y despegue de manera positiva en todas sus facetas, no será posible solamente con discursos bonitos, con arengas patrióticas invocando heroísmo, con sermones pidiendo moralidad, honradez, austeridad. Con enfervorizadas exposiciones llamando a la unidad nacional. Y quién cambia totalmente a los que se acostumbraron a vivir gratuitamente y con todos los honores de la confianza del pueblo si toda la vida hicieron lo mismo y continúan por la misma senda porque erróneamente piensan que nadie se da cuenta de sus ambiciones nada santas. Ese grupo de inconscientes ciudadanos que los conocen todos y si se callan es porque hay intereses creados; ya están acostumbrados a esa forma de vida y no lo cambia nadie. Han hecho del verbo falso un forma de existir y como para felicidad de ellos, todavía hay quienes les creen ciegamente, siguen haciendo su agosto porque ellos son tan desubicados que ni siquiera piensan que algún día la historia los juzgará y recibirán el castigo que se merecen. Siguen con su cantaleta que son buena gente cuando por dentro se esconde una vieja alimaña con su ponzoña mortal. En este sentido lo que anhela la juventud son las cosas claras, precisas, sin medias tintas, la verdad en base a la realidad y que no se no se les venda ilusiones, sueños y espejismo amparados en un partidarismo que si bien es cierto no es lo peor que existe, tampoco no es la novena maravilla del planeta como para rendirle pleitesía de rodillas. Las sociedades cambian de rumbo en base al conocimiento justo, positivo y real de quienes la conforman. Pero da la impresión que se vive en una loca carrera por la obtención de títulos académicos y el que tiene más, tiene las puertas abiertas al trabajo. Pero a su vez poco interesa o para nada se tiene en cuenta si los trabajos de investigación por la que le otorgaron tales grados son utilizados o están dando frutos en la solución de los problemas que más apremian a la sociedad. Lo que interesa es el ascenso en la escala laboral y pasa a segundo plano si se está dejando huellas para la posteridad. En otros casos abunda el fanático de turno que lo único que le importa es hacer subir a la palestra basado en su poder momentáneo a quien se le ocurre, tenga o no tenga cualidades y llevado tan solo por su capricho enfermizo le da alas a quien nunca volará. Con estas aves que son de mal agüero porque vienen del averno, no se llega a ninguna parte porque solo remontan por los aires con ayuda ajena y una prueba de ello es que apenas lo sueltan en el espacio se caen y mueren para siempre. En este sentido ¿Qué es lo que espera la juventud de sus mayores? Sinceridad, identidad, convicción, dignidad, entrega, valoración,
Que se enseñe con el ejemplo, ya no más las cúpulas cerradas que irradian servilismo. Que los sabios enseñen despojados de colores políticos, Que ya no haya repetidores de memoria de enseñanzas ajenas a nuestra idiosincrasia. Que existan creadores de nuestro propio desarrollo y crecimiento pensado en el Perú del mañana. Que se conjugue la experiencia con los nuevos conocimientos y con ello se diseñe la hoja de ruta por donde debe discurrir las realizaciones humanas que ofrendarán más calidad de vida en unidad universal.