EL MAL DE TODOS LOS DÍAS (prosa)

Las personas que quieren tener éxito, lo primero que deben poner en práctica así no sea  una costumbre, es la puntualidad.

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Se debe desterrar para siempre la famosa hora peruana y el respeto al horario, en verdad solamente  depende de cada uno. Resulta indignante que cuando hay  un evento público, siempre alguien tiene que llegar tarde y lo que más da que pensar es que lo hacen personas que por el rango que ostentan tienen que estar primeros, pero no ocurre así. Sería milagro que en alguna programación, los asistentes estén antes de la hora, siempre alguien tiene que llegar una hora después. La disculpa que exponen es que “yo pensaba que no iba a  empezar a la hora exacta”. Lo peor de todo esto es que ya se ha hecho una costumbre nacional y por mucho que se incida en desterrarlo de nuestro andar cotidiano, se cae en lo mismo. Por eso es  deber que desde la época de la niñez se practique como una religión este valor humano porque  después cuando crece, se encuentra con un mundo incumplido. Lo que se nota actualmente a muchas leguas de distancia es que a las personas no le importa nada si cometen una tardanza. Se comportan todo frescos como una lechuga y si alguien  se toma el atrevimiento de llamarle la atención, tienen en la punta de la lengua toda una novela completa que si se le escucha, termina llorando porque es toda da una tragedia de la vida real. Los centros de trabajo, los colegios, las Instituciones educativas en todos sus niveles,  fieles  son testigos de ello. No es nada raro ver a personas que ocupan puestos de importancia, entrar corriendo a sus oficinas. Inclusive hay quienes vienen tomando desayuno en la calle o en la combi. No faltan los más osados que  llegan a sus oficinas y lo convierten al escritorio en una mesa de restaurante a vista paciencia del público usuario que tiene que esperar que acabe su opíparo desayuno. Si alguien comete el error de apurarlos o recriminarle su actitud,  no le dan la atención que se merece. En este sentido trascurre la existencia humana. Pero es preciso y ya es tiempo que se destierre para siempre esta negligencia humana porque al ser parte de su vida misma, muchas veces deja pasar oportunidades que muy bien pudieron ser su trampolín hacia el éxito. Si no hay disciplina en nuestros actos estamos yendo al fracaso. Por eso hay que ser respetuoso hasta de las pequeñas acciones porque es de ahí que se generan las grandes hazañas. No hay que minimizar ninguna actitud humana, todo lo que hace el hombre tiene vital importancia para su desarrollo total. Nadie  debe hacer las cosas cuando nos da la gana porque se pierde credibilidad en nuestro entorno y esto es una gran verdad. Si llega tarde a clases, no se entiende nada, si toma sus alimentos fuera de tiempo, no le hace provecho  la comida, si se demora  en llegar a la agencia de transportes, lo deja el ómnibus, si concurre fuera  de la hora normal al trabajo, lo sancionan. Si llega tarde a la cita con la enamorada, lo encuentra con otro y por último si se muere y lo llevan al camposanto  fuera de hora, resulta que de repente encuentra la puerta cerrada y ahí si el problema se agrava.  En fin, el impuntual se expone a una serie de peripecias que muy bien se puede eliminar si toma conciencia de sí mismo y se propone  actuar siguiendo las normas de conductas y respetando los protocolos sociales que son los que rigen la vida humana. Por eso es necesario, hoy más que nunca que cada uno de nosotros desde hoy, empiecen a  fijarse como una meta máxima que nunca se va a llegar tarde a donde se le cita. La hora es sagrada porque de lo contrario, todo los programas hechos para el día se desconfiguran y lo que reina es la zozobra, la desorganización y el caos y eso a nada bueno conduce puesto que si hasta nuestra vida personal camina sin rumbo, es muy sabido,  quien marcha sin brújula, cualquier momento puede encallar para siempre porque el tiempo no espera y los minutos perdidos  no se recuperan. 

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