Se puede vivir al compás del tiempo con la euforia indeclinable de los años mozos en un mundo viejo y de recorrido indetenible.
De igual forma es posible surcar los aires entre un espacio novedoso pero sin el optimismo de los tiempos juveniles. Se puede tener una edad avanzada pero con los bríos de las mejores épocas o se puede ser joven pero con la pesadez del que no es bueno para nada. De todo puede ocurrir, pero lo importante es, dejando de lado disciplinadamente, todos los avatares de la existencia, encarar a la vida con la mejor sonrisa. Nunca es tarde para rehacer la ruta de la existencia y arribar a más puertos de bonanza, como también jamás es muy temprano como para dejar para otro día las realizaciones humanas que requieren urgencia para dar sus frutos al instante. Es que la existencia, además de pasajera; es a veces muy corta cuando se tiene grandes compromisos de ofrendar huellas para la posteridad. Aunque si hay talento de por medio, no falta quien se adelantan a su itinerario y hacen en pocas primaveras lo que otros se demoran toda una vida. Cada cual tiene su ciclo designado de ver la luz y si logra diferenciar entre la fantasía y realidad su rol en esta faz de todos los días, goza del paseo terrenal que le había asignado la divina providencia. Lo importante resulta entonces hacer acopio de las armas para salir airoso en todo encuentro con el destino en la cual la más efectiva es sin lugar a dudas el conocimiento. Si la persona es totalmente humana y de una espiritualidad sin límites, sabe a dónde quiere llegar y si se empeña en esa meta, nunca encontrará barreras que le nieguen sus aspiraciones. Todo depende de la forma como se encaminen los pasos por este valle fértil pero a veces verde para unos y seco para otros. La capacidad está alcance de todo ser humano, ya sea por innatismo o por que se adquiere con los valores positivos, lo esencial es saber para que somos buenos y en ese descubrimiento debe primar la sinceridad ante todo. A quien le invade el egocentrismo, sabrá para qué es útil, pero si no es nada auspicioso, tratará de camuflar su ineptitud y tomará poses de un superdotado cuando en la práctica simplemente es un desubicado en el orbe existente. Son aquellos que llegan a grandes escaños, disfrutan de las mieles del poder, apuntan hacia las inmensas alturas y se codean con las estrellas pero de repente caen estrepitosamente y recién empiezan a transitar mezclado con el pueblo como uno más de los tantos que buscan un claro ante un mundo indiferente que ellos mismos han creado con su maldad. Sucede comúnmente y se origina cuando hay cúpulas cerradas donde se cocinan los más increíbles viandas que si bien es cierto no originan la muerte, pero si hieren y dejan secuelas en los talentosos mortales que caminan en medio de una terrible indiferencia que propicia la mediocridad que nunca falta en la sociedad. El rey que tiene una corona de oro se cree omnipotente y el que menos tiene se cobija bajo la sombra de su majestad. Hay otro sector que agacha la cabeza y con tal que gane su sueldo le importa un comino su actualización según la modernidad o si el vecino está que agoniza de hambre y de orfandad social. Cada cual vive su vida y hasta da la impresión que el único que se preocupa de ver por el necesitado es Dios por que los demás en ciertos casos, lo que buscan es el dinero fácil, la posición económica y asegurar su cuenta bancaria y la de su entorno así sea dejando sin herencia al que casi nada tiene. Ante esta evidencia, es mejor tomar el sendero de la generosidad que el de la ambición y no solamente ser un acumulador de riquezas personales sino con ella convertirse en una fuente generadora de ingreso a través del trabajo para todo el entorno sin querer llegar a Marte cuando todavía no se conquista del todo el corazón humano.