Los hitos que perennizan la existencia humana, son las obras. Lo que hace eterno en el tiempo, son las conductas humanas que marcaron diferencia en el corto paseo terrenal.
El que supo caminar por este valle divino y deja huellas imborrables, todo el mundo lo dirá a cada instante, que si supo vivir. Por eso el tránsito temporal por la faz de este suelo, no solamente debe ceñirse en su totalidad, a la adquisición de bienes materiales con una avidez desmedida porque lo más importante es la persona. El hombre es una unidad universal que ha sido creado para vivir en sociedad, diseñar una forma de vida para lograr el bienestar general de todo ser viviente, disfrutar de todo lo existente y servir a los demás sin mirar a quien. Tiene los recursos y facultades que sí los fortifica haciendo el bien, muy bien puede trascender y llegar a las estrellas y dar sus reconfortantes rayos de bondad a todo el planeta. Si Todos están enterados de estos sabios postulados que se han consagrado en el acervo cultural de los grupos humanos, el que menos no se explica el por qué tantos seres en el mundo y en toda latitud y estrato social, se dedican a complicar los pasos del hombre por la tierra. La incompetencia camina junto con las bondades del alma, en las grandes urbes como también en desolados parajes donde la única compañía y que simboliza la fe, es Dios. El consumismo camina flagrante cerca de la creatividad, tan es así que una gran mayoría se cobija bajo la inventiva del que si cumple con su ciclo vital en este mundo cada vez más inverosímil. Lo más indignante es que no solamente ocurre en los países que están en vías de desarrollo, sino que ocurre increíblemente hasta en las grandes metrópolis donde con razón se jactan de tener ciencia y tecnología de punta. Lo que significa que el talento, la intelectualidad, la humanización del hombre, no solamente es propiedad de las naciones que nadan en dinero. Sino también donde la extrema pobreza hiere con el látigo cruel del abandono moral. Reflexionando sobre esta premisa ¿Cuándo llegará el día en que haya más espíritu renovador que negativismo en esta cuna de promisiones? ¿Cuándo se va a poner fin a una vida de continua competencia? ¿Cuándo se va a dejar de aplastar al semejante y sobre sus escombros querer construir el edificio de la prosperidad? ¿Hasta cuándo se va a querer ser un lucero y brillar sin colores propios? A este paso que vamos, sin pecar de pesimismo, es un sueño muy lejano. ¿Qué hacer con el que llega a la cima de sus sueños y se olvida de sus raíces y se torna en un nuevo explotador?. ¿Qué valen los maravillosos proyectos hacia una vida mejor en manos de corruptos sin escrúpulos? ¿Qué hacer con la gente que se acostumbró a vivir sin hacer poco o nada, cómodamente de la sombra del que tiene el mando? La ambición de poder es mayor que la adquisición de conocimientos que estén acorde con nuestra realidad. La sumisión ante el que nos da la vida, avanza a pasos agigantados. El servilismo a cambio de una dadiva, es alarmante. Aparecen profetas de áureo color superficial pero por dentro son de paja que con el fuego mínimo de un palo de fósforo, terminan convertidos en cenizas, pero a pesar de todo pintan castillos de arena a sus fanáticos incondicionales que ven en él la solución a sus problemas. Los seguidores de falsos ídolos de barro proliferan como epidemias y confunden a la colectividad con sus recetas salvadoras pero que primero está el interés de ellos y poco importa el sufrimiento del que más padece y que cada vez proliferan que se torna incontenible su apogeo por la indiferencia humana ante el dolor ajeno. Ante esta gran realidad, la espiritualización del ser debe ir a la par con su realización personal para que el éxito se haga realidad en todos aquellos que rinden culto a la existencia generando nuevas rutas de promisiones.