SIN SANGRE EN LA CARA

Cuando el hombre desciende a los más oscuros vericuetos de la mentira, pierde todo tipo de  credibilidad.

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Esto ocurre por quedar bien con quien tiene el poder entre sus manos, por ganarse alguna dádiva sin esfuerzo alguno o simplemente porque es su forma de vida y le da grandes dividendos. Pero para ello por supuesto  tiene que tener una gran dosis de cinismo y  carecer de todo tipo de vergüenza a tal punto que no le va ni le viene el “qué dirán”. Le da risa toda opinión adversa a su persona porque “son gajes del oficio” y por último a quien le importa lo que haga. No le choca ni la crítica más agria de sus detractores. La persona con sangre en la cara, cuando comete un desliz a sabiendas, inocentemente, o en un rato de descuido o debilidad, se siente mal que hasta quisiera que la tierra se lo tragase y hasta dura varios días  para que recupere su normalidad. Más el otro tipo de persona, es tanta la pérdida del sentido de autocrítica, de autovigilancia  que no le daña nada, está hecho a prueba de balas. Su continua mezquindad lo ha hecho invulnerable que no pierde el paso ante ningún avatar de la vida. Son artistas innatos, que sin ninguna preparación histriónica, por sus cualidades; se pueden ganar el Oscar porque no tienen competencia. Son aquellos que a todos le regalan  una sonrisa, un apretón de manos, demuestran excesivo cariño, te abrazan, te palmean el hombre, te halagan, te halaban sin motivo alguno o justificación convincente, pero son como la hiena. En esa mueca de alegría, se esconde toda la maldad del mundo porque les nace del corazón y sólo piensan en la destrucción del todo el que se opone en su delante o trata de obstaculizar sus oscuros propósitos. En esta reflexión no se hiciera mención de tan abominables personajes de las tinieblas, sino que por motivos económicos se tornan peligrosos; son capaces de irradiar tanta crueldad que pueden ocasionar hasta la muerte instantánea de aquel que trata de escalar la escalera del triunfo con sus buenas acciones. Tratan de hacer caer a cualquiera y con los medios más vedados porque son expertos en este tipo de acciones delincuenciales que las desempeñan como mucho honor como si fuera bueno lo que hacen. Por su indecente forma de vivir, no encajan en ningún proyecto de crecimiento y desarrollo. Sobran donde se les ubique, es que donde estén sacan el aguijón y aplican su ponzoña por doquier y envenenan el ambiente donde habitan. Algunos más avezados, cuando están con sus superiores, no conocen, se hacen los desentendidos. O si están en actividad, se dan una importancia como si estuvieran descubriendo el mundo. Ese comportamiento es propio de su incapacidad agonizante. Es que en su horizonte, sólo se divisa la ambición y como no tienen personalidad, basa su poderío en energías ajenas a su persona, por ser simplemente un dependiente convicto y confeso. Si le cortan los hilos que mueven sus entrañas, se cae al abismo del olvido y no levanta jamás porque no tiene vida. La energía que posee la pertenece al que tiene el mando pasajero y si se le quita esa fuerza demoníaca,  lo anula para siempre. Por el origen de su brillo y luminosidad, son los menos indicados en todo plan de transformaciones. No ayudan, al contrario estorban como la hierba mala y desde todo punto de vista, solamente crean discordia en todos los frentes donde se extiende la existencia humana. En este sentido, el logro de un mundo mejor, el camino hacia la libertad del alma, visualizar un ámbito solidario; no solamente está en la conquista del mundo circundante, ni espacios ajenos  sino de nosotros mismos que somos la principal fuerza del  cambio de mentalidad.

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