RUMBO A LA POSTERIDAD

En mi largo y diario recorrer por los caminos de la vida, he podido ver y escuchar de todo, pero no se borra de mi mente, el comentario que hace la juventud ante los desaciertos a sabiendas de las personas públicas, profesionales o no; que  a veces tocan fondo inocentemente, no por  incapacidad técnica, sino por falta de calidad  humana.

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Generalmente, las muestras de soberbia están a la orden del día, luego la descortesía, el poco afán de culturización, el acaparamiento de las posiciones sociales habidas y por haber, el deseo de figuración, el egoísmo, la falta de visión del que no quiere ver más allá de su inoperancia o su falsa aureola de talento y otras manifestaciones que reclaman a gritos un aplauso inmerecido. Si se analiza este punto a conciencia, sale a luz que  no se debe estar tras la felicitación forzada, porque los reconocimientos caen por su propio peso. Además, el que por su intelecto agarra viada en el tren de la existencia, sólo se hace  conocido por sus hechos y el pueblo por ser sabio, sabe a quién le da los honores de la popularidad. Pero el que cargado de sapiencia, proyectos y visiones anda bajo las sombras, el mismo se alaba, se llena de vanagloria; pero donde el fuego quema más que la candela, no pone las manos y obliga que otros lo hagan por él  y no vislumbra horizontes de ventura pero dice que es un líder. No tiene ningún derecho a reclamar una ovación de su entono, simplemente porque es uno más confundido entre sus lauros y que cada día que anochece va cavando la tumba del olvido. Es que la persona que quiere ser un verdadero soldado del desarrollo de su medio ambiente, con todo su intelecto, debe permanentemente confundirse con el pueblo en un abrazo íntimo y saborear   las mieles y sinsabores que le depara el camino  hacia la muerte. No es de otro mundo como para vivir mirando de reojo el devenir del tiempo. El cetro de la gloria brilla más, cuando es logrado con  el propio esfuerzo. Más ese sitial se vuelve  impostergable, cuando es producto de la inventiva de la persona. En esta parte del camino, ante tantos profetas que quieren cambiar la fisonomía del mundo, cabe  aclarar un segmento que muchos confunden: crear es hacer algo nuevo de la nada. El que lee de todo, investiga, y nuevamente lo transcribe, así sea con su propio lenguaje y lo diga a su manera, en realidad no está creando nada. Solo está recopilando y difunde conceptos ajenos. El que fija  originales rutas de manera solidaria y con fines comunes en aras del bienestar general de la humanidad, sin  pisotear, ni suplantar  a nadie, si es con toda justicia un auténtico visionario de tiempos mejores porque visualiza una feraz alborada de felicidad para su localidad ya que  tiene el  don de adelantarse al  porvenir. Los que se pintan de innovadores con lo de otro, pueden ser simplemente comunicadores que dictan charlas por doquier y nada más. Un mundo pleno de promisiones de edifica con ingenio y sagacidad, dejando remolinos de efectividad donde la desgracia impera, levantando polvareda sobre el suelo fértil en aras de frutos de miel, haciendo del desierto un valle de bondades, de los arenales, un paraíso de verdor insuperable, del ser humano, la mayor inversión del planeta. Es que los grandes hombres que engalanan la historia universal, quizá muchos no recibieron una gran educación ni leyeron mucho, claro que al nacer con un talento inigualable, cimentaron su capacidad en base a la observación, la atención voluntaria, el autodominio individual, su espiritualidad y de esta manera, la providencia le abrió las puertas de la genialidad y sus aportes serán hoy y siempre, legados culturales de la humanidad. Adquirir esa capacidad transformadora, está al alcance de todos, y se sabe la receta, pero a veces la ambición desmedida nubla el horizonte del que quiere viajar a las estrellas porque  cree vanamente que está para mayores dimensiones, cuando la realidad es otra. La naturaleza es sabia y el trono de la victoria solamente está reservado para el que piensa servir a los demás hasta su último día de vida, pero para el que quiere sacar provecho hasta de lo que respira, desde el momento que no le toma el pulso a la realidad, ha empezado con mal pie en su carrera a la posteridad.

 

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