El arte integral en todas sus manifestaciones no pude pasar de moda ni arrinconarse en el olvido.
Suficiente que haya un cultor para que palpite y se constituya en una estrella de colores propios. Es posible que su mensaje este de acuerdo a la modernidad porque nada debe permanecer inerte, se debe adoptar a los nuevos cambios del momento actual, pero su forma original debe permanecer invariable porque es lo que le da vida y lo proyecta hacia la posteridad. En esta ofrenda artística debe primar la originalidad en toda su expresión y tiene que brindar sus rayos de bondad despojado de todo afán mercantilista en su difusión. Por supuesto que todo trabajo debe ser remunerado, en este sentido me refiero específicamente a los intermediarios que se enriquecen con el talento ajeno. Esta apropiación de producciones que motivan multitudes pero que se benefician otros, hace que muchas veces el artista viva casi en la orfandad mientras que otros cosechan los frutos sin ningún esfuerzo ni cualidad como para merecer un ingreso considerable. La mercantilización del arte popular, le hace perder su raíces, por eso es de suma importancia que se regule está entrega de talento innato a las grandes mayorías para que el verdadero artista se sienta reconocido y se cimente más aún su avidez por crear. El arte quizá es una de las aptitudes humanas más estrictas en donde no se permite la improvisación, la suplantación como ocurre en otras actividades humanas. Hay que ser de los pies a la cabeza de lo contrario se apaga al día siguiente su aureola de triunfo. No hay espacio para el que quiere aparentar lo que no es porque habla muy bonito, o dice lo que no es. Es un creador o no, si no lo es, mejor que no se dedique a izar banderas del cual no tiene el sentimiento en sus entrañas. Por dinero, por exhibicionismo, por dádivas, hay quienes se convierten en aristas de la noche a la mañana, por supuesto con el aplauso de sus condicionales, que así tenga o no cualidades resaltantes, lo pintan como si fuera de otra galaxia. Pero la euforia dura muy poco porque que se estanca en su entrega cultural y luego pasan al mundo del recuerdo y no lo practica jamás. El asunto es que toda persona que tiene convicción y se considera artista o motivador de cultura, su aporte debe ser permanente y no solamente cuando le conviene para sacarle provecho al instante. Hay quienes buscan el momento propicio y preciso para sacar pecho y decir que es un baluarte de las bondades del espíritu, pero cuando no hay nada que le sea provechoso, su fabuloso aporte se desvanece como el humo porque no es de corazón sino por interés y en esa condición podrá ser de todo, menos un artista. Es un apostolado, es como un sacerdocio, un fiel compromiso que se asume a pesar de la indiferencia reinante y la ingratitud de los que piensan que el fierro y el cemento son suficientes para que toda una generación mire con esperanzas el futuro. El arte en su verdadera expresión de calidad es el mejor antídoto contra la violencia y la ambición. El problema de la humanidad entera no es la escasez de recursos naturales sino la negación a compartir la mesa, no es la desocupación por la que muchos hasta mueren de hambre, es la falta de solidaridad de los que tienen dos platos de comida y aunque ya estén llenos, no comparten con los de su entorno. Esto ocurre porque falta espiritualidad y eso nos otorga de muy buena forma el arte integral. Ojala que las notas musicales, la imagen de una muestra pictórica, la silueta de una escultura, la magia de la palabra, el llanto amoroso de un instrumento musical, siempre este a nuestro alcance para que nos haga recordar que el espíritu necesita de motivación para dar su luz.