Hay personas que tienen muy buenos y loables sentimientos y lo dan a conocer por medio de sus buenas acciones en las distintas facetas de su vida.
En su diario trajinar por las calles de siempre, muestran sus virtudes y bondades espirituales por doquier. Pero aunque parezca ilógico, muchas veces no se puede seguir con esa santificante conducta, porque donde quiera que se vaya, en los círculos sociales donde se reside, salvo honrosas excepciones, lo que abunda es la inmoralidad, la coima, el nepotismo, la explotación y otras perlas más que envilecen la existencia humana. Así están las cosas. Por supuesto, el que no se alinea a los demás, se queda sin piso, es mal visto, discriminado, se le margina y no es negociable para nada. Quiera o no, casi a la fuerza, tiene que entrar a la danza y convertirse en un promotor más de la injusticia. El que menos cede a la tentación del pecado porque valgan verdades ya no hay héroes como para que defiendan a capa y espada su honorabilidad. Cualquiera dice, ¡pero si fulano lo hace y vive bien ¿por qué no lo puedo hacer yo? Y de esa manera se van contagiando a tal punto que todos conforman un grupo sólido que se protegen así mismo pero hermanados por el mal. Esta cruel manera de enfocar la problemática actual con relación a los grupos humanos, existe en todos los sectores. Desde las grandes urbes hasta en las pequeñas ciudades. Es una enfermedad que da la impresión que cada día aumenta con una velocidad asombrosa y no tiene cuando acabar, porque se propaga a la velocidad de un rayo. Es que esta aberrante inconducta está dentro de cada persona, por eso es difícil luchar contra un enemigo invisible. Como se ha convertido en una norma conservar una falsa careta, por afuera se aparenta honradez, ecuanimidad, pero por adentro sigue en pie toda una procesión de negativismo que aflora para proteger oscuros intereses de los que están a la cabeza del ente de nortes nada claros. Sin lugar a dudas, poco o nada pueden hacer las leyes de los gobiernos de turno, el instinto de hacer daño está acendrado en las fibras más íntimas de cada ser y ¿Por qué actúa así? Simplemente por ambición y envidia enfermiza. Se rodea de gente graduada con las mejores notas en la universidad de la ineptitud, individuos de la misma calaña, maestros en delinquir y con aptitudes para arrinconar a quienes caminan por la senda de la verdad. Abundan con saco y corbata, de a pie y a caballo que de lejos no parecen pero de cerca son. ¿Y cómo conocerlos? Son los que lucen pulcritud por ser artistas fingiendo y al menor intento de aclarar la situación, de cualquier arranque de valoración con sinceridad, lanzan un grito al cielo y comentan su pureza a los cuatro vientos. De todo se hieren y tratan de hacer notar una blanca conciencia, haciendo aclaraciones públicas, juicios, pero se le nota su rabo de paja desde lejos. De ejemplares con el alma negra, el mundo está lleno. A diario nos cruzamos en las aceras con estos ejemplares de dos caras. Lo más trágico es que algunos son jefes o tienen puestos de alta relevancia, inclusive tienen la osadía de enseñar a las juventudes. Es que tienen pase libre para ejercer su diabólico apostolado en cualquier latitud. Nada ni nadie se lo impide. Es que la sociedad es así. Se le premia al que está margen de la ley porque es una cadena interminable la que ejerce un gobierno desde la tenebrosa oscuridad espiritual por ser nacidos para dar veneno a los demás en vez de agua cristalina y pura. Por eso somos de la idea que solamente cambiará la mentalidad del hombre cuando a los jóvenes se le eduque de una manera horizontal con visión de emprendedores, con esencia luchadora, que no se le forme mirando a alrededor, visibles cúpulas, cofradías donde uno es rey y los demás son eternos vasallos, en un ambiente de libertad que no se le parametre su cerebro con ideas desfasadas o de interés personal. Se les debe instruir bajo un horizonte global, ilimitado, donde la realidad sea concebida en su máxima expresión. Hay que formarlo para que sea un habitante del mundo con aureola universal. De lo contrario siempre seremos una patria con tradición pero que solamente vive de recuerdos de otras épocas de gloria y no podrá mirar el mañana con esperanzas porque no hay la entereza en las entrañas como para vivir en brazos de la verdad.