Si todos avanzamos por esta vida evitando en lo posible que nadie se quede rezagado y si alguien por algún motivo se va retrasando, se le da la mano y se iguala con los demás; este mundo sería diferente.
Si cada cual es consciente de su misión sublime sobre este universo tan cambiante, en la cual no toda flor da aroma, ni lo que verdea es un prado; la tierra fuera un verdadero paraíso. Si se tuviera la mesa llena de exquisitos potajes, dulces y bebidas y la comida fuera del que tiene hambre, esta existencia sería inolvidable. Si todo el que sabe mucho, brindase sus albores de manera horizontal y familiar con empatía comunicativa, desde el llano y con amor, habría más sabios en la tierra. Si el hombre arrojase todo el negativismo de su mente, en este suelo divino habría más representantes del arte integral, la ciencia y la cultura y el conocimiento marcharía indetenible sin conocer límites ni fronteras. Es que todo lo que crece libre desarrolla más que los que habitan en cautiverio por ley universal de la existencia humana. Como brilla pero no convence, aquel que se encasilla en sapiencias ajenas y no crea nuevas rutas de ventura para la humanidad, es simplemente un repetidor de pensamientos añejos y no un creador de senderos de bonanzas. Es que el hombre es más culto, cuando se despoja de su aureola de sapiencia y se confunde con las masas populares y de ahí empieza su apostolado de cambiar las mentes humanas y lo conduce hacia las dimensiones de la prosperidad partiendo de la justicia. El ser con atributos fuera de lo común, ha logrado tal estado, como resultado de la observación, la lectura y profundas investigaciones y ha fortalecido su vertiente de ideales no en su altar de prominencias sino en el teatro de la vida, conviviendo en el mismo techo donde se cobijan las más increíbles denigraciones humanas. Toda meta se logra cuando se trazan compromisos a corto plazo y se marcha evitando las interrupciones fortuitas. Por eso, no hay razón para detenerse a mirar el fuego fatuo de las banalidades. La persona que actúa así, sabe a dónde quiere llegar y lleva como bandera propósitos bien definidos y eso le da la aureola del triunfo, que si bien puede tardar, pero llega algún día llenando de alegría al alma. El avance tecnológico surca los aires raudamente porque siempre hay seres que la llevan de la mano hacia umbrales de gloria. Pero no hay que ir solamente tras los postulados de primera mano. Por qué no ir a la par, adelante o abriendo camino al gran torrente de sabiduría si los que marcan el compás de la ciencia son tan iguales que nosotros. Nunca hay que olvidar que el fin del hombre es crear, inventar, transformar, innovar, hacer de la arcilla un ser animado y que las piedras lloren. El ser solamente una biblioteca andante y hacer alarde de tal mentalidad, ya no da resultados, es como ser gigante pero bueno para nada. Lo que un hombre vale se mide por los frutos que genera y las sendas que apertura generando bienestar en su comunidad. Por las nuevas oportunidades de realización humana que ofrenda a los que anhelan tener grandeza espiritual. Por eso, no basta ser dueño de un impresionante talento, si esa capacidad cognoscitiva no se encamina a romper las cadenas que oprimen las ansias de libertad del que vive en la prisión del mezquino. Por eso no hay que ser vencedor ni vencido, hay que estar en continua lucha porque la v ida empieza cada día con un nuevo color, donde el pan alimenta el cuerpo y la humildad una fértil inspiración de visionario horizonte.