LA FALSA IMAGEN DE BONDAD

Una de las conductas humanas más censurables, es cuando la persona sólo muestra buena cara si un   favor necesita, o si se somete a sus requerimientos personales.

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Estamos ante la presencia de un individuo sin panorama de acción y sin calidad humana. Quizás sus múltiples ambiciones no lo deja ver más allá de sus mezquinos propósitos. Ejemplares sin esa esencia divinal se encuentran a cada instante y no sólo es propiedad de aquellos que no han tenido acceso a una instrucción adecuada. Este rasgo negativo también lucen aquellos que son poseedores de una gran intelectualidad. Es que una vasta sabiduría no garantiza un mundo afectivo con visión universal. Hay bondad y maldad en el sabio como en el que vive al margen de la ley. Si bien es cierto que la educación moldea el espíritu, hay personas en qué más puede su instinto delincuencial que los valores humanos. Por eso ocurre en algunos que tienen  el poder; sin ninguna necesidad apremiante, demuestran un deseo de grandeza exagerada y tratan de enriquecerse, o lograr figuración, atropellando, suplantando a quien se interpone en  su camino. Más puede su enfermo deseo de trascender no por conocimiento sino por medios vedados, mientras que ante la colectividad lucen a diario su careta de inocencia y buena gente que no es otra cosa que una máscara que oculta una ruin y tenebrosa identidad. Tener una falsa imagen es casi común en nuestros tiempos porque hay una maliciosa tendencia a ser dueño de bienes materiales de dudosa procedencia o colocarse en un puesto expectante sin tener las cualidades necesarias para ejercerla. Ya no basta ser un buen operario, negociante, vendedor,  técnico o profesional, sino lo más importante es ser solidario, empático, desprendido, emprendedor, de convicciones, con dignidad moral. Si cree que está en un altar y los demás deben arrodillarse, va a tener  la vida de una libélula que se apaga su resplandor al llegar el nuevo día. De ahí que surge la casi bíblica palabra “esa persona no me cae”, “pero si es apuesto, parece bueno pero no le tengo confianza”. Es que el mal interior no se puede disimular. Aflora por los ojos, en cada acción, por la piel, Por eso, la persona que quiere cambiar, no solamente lo hará llegando a las más altas cumbres del saber sino espiritualizando su existencia. No hay otro camino. El brillo fatuo de una alma en crisis, en cualquier momento es opacado por la penumbra del olvido. Los aires de endiosamiento  pierden su fuerza ante la brisa humilde de la persona con sentido común. El circuito cerrado que lo llevó a la cumbre del  éxito, se disuelve ante el cálido remanso de la realidad y el que se construyó su castillo de ilusiones con su séquito de incondicionales, se queda en la orfandad y único compañero de la soledad y le llueven  las críticas a sus desatinadas actitudes, el repudio a su porte de divo; es que siempre no más fue una estrella de lumbre irregular. Por eso es mejor cultivar en cada uno de nosotros un paisaje de amistad basado en la naturalidad y con objetivos comunes de manera planetaria, porque ya  no hay dioses sobre faz terrenal, no hay majestades con el cetro de oro sobre el planeta, no hay ídolos intocables en este mundo. Lo único que existe pero en mínima cantidad, son hombres con los brazos abiertos con eternos mensajes de amor y paz.

 

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