Las buenas acciones del hombre, por ser producto de su incomparable fuerza espiritual, tienen validez aquí y en cualquier parte del orbe por que los efluvios que hacen al hombre diferente, no tienen patria. Son por su virtuosidad, de carácter universal.
De igual manera, no se puede dudar de nuestros semejantes hasta que no se le vea su capacidad de resolución ante la serie de avatares que se presentan en la vida. Hay personas que tienen una excelente habilidad para la crítica, tienen un innatismo tan desarrollado, que en menos de un segundo, se forman, según ellos, una idea exacta de los que conforman su entorno. Es muy posible que así sea, pero hay que tener cuidado de no pecar de apasionamiento o ser movidos por los hilos del interés personal. A parte de ello, para sentirse con derecho a formarse una opinión acertada, hay que tener las condiciones necesarias y comprobadas de imparcialidad y conocimientos afines para no caer en el oportunismo y en lugar de aclarar el panorama, más bien se origina más duda. Que mejor dato fidedigno, que el de la misma persona que con su actuación levanta polémica y comentarios de toda índole. No hay que olvidar, que las etapas de los hombres, está llena de altibajos y aciertos. Nunca el desarrollo vital es de una manera horizontal porque hay muchos factores que le dan vaivenes al existir y que la hace más atractiva e interesante. Esos desfases humanos es lo que hace entretenida toda vivencia. De lo contrario sería muy monótono el corto paseo terrenal por este universo del cual somos inquilinos apurados que en cualquier momento se desaparece para siempre de su faz ajena pero de encanto sin igual. Lo importante es no ser jueces sin base alguna. Si se habla de unidad de criterios y pensamientos, lo más adecuado es contribuir a buscar una salida en la oscuridad de la noche y no expandir más bruma en el horizonte haciendo imposible que se pueda avanzar a una velocidad normal hacia el umbral de gloria. No hay que tratar a la persona como si fuera una presa totalmente codiciada en la cual todos se van sobre ella con el fin de destruirlo a como de lugar. Hay que actuar con profunda empatía en estos casos y hacerlo como nos gustaría que se haga con nosotros. El mundo no se acaba mañana como para a ciertas personas, acorralarlos hasta con armas vedadas, como si fueran unas fieras, atacarlo sin piedad e intentar desaparecerlo del mapa para siempre. Si bien es cierto que hay que ser un promotor de la verdad a cada instante; para llegar a ello, no vamos a ser los eternos acusadores de lo que se supone puede o debe ser. Las decisiones humanas no siempre dan en el blanco por la cual los logros sobresalientes muchas veces no dependen de uno mismo sino de un grupo humano que no ve su permanencia en la tierra como un combate, sino como un paisaje en la cual los sentimientos solidarios basados en la realidad, en diseñar nuevos caminos de ventura, en crear las soluciones a los problemas nacionales; es la mejor forma de vivir. De esta manera, no seríamos un país de acérrimos acusadores, de críticos despiadados, sino de guías y generadores de una nueva cultura del éxito. Se evitaría que exista dentro de la sociedad un grupo de personas que nadie los quiere porque no son aparentes para el gran proyecto de transformaciones de viejas estructuras y sistemas obsoletos. En este sentido, cada uno de nosotros debe ser una luz de prosperidad en el ámbito social donde desarrolla sus días y no la eterna tiniebla que tan sólo le interesa una existencia material y mezquina que no va más allá de sus mínimas necesidades en la que no figura para nada, el cultivo de la creatividad