En la existencia humana, es una ley natural que todas las personas intenten de alguna u otra forma lograr un triunfo en cualquier faceta de su vida.
Sentirse realizado al haber coronado con creces la ruta de sus sueños. Dichos anhelos de avanzar son más trascendentales y duraderos cuando son producto de la eficiencia demostrada en todo momento. Es que a veces se logran los más altos peldaños por sistemas no tan claros, como también la insistente propaganda subliminal que hace ingresar a la cabeza hasta lo que un día aborrecíamos. En este caso, depende de la persona quién le da su preferencia a tal o cual producto porque a nadie le ponen una pistola en el pecho para que acepte lo que no le agrada. En algunas personas, el umbral de la gloria le llega sin mucho esfuerzo, en plena juventud; otros lo consiguen tras una lucha denodada con su negativismo personal e inclusive ocurre en la última curva de la existencia. Así es la vida. Llegar a donde se desea, según las circunstancias y con todos los recursos que existen, facilidades que abundan y la influencia del dinero que hasta compra conciencias y libertades, todo es posible. Lo que a veces se torna imposible es mantenerse en el status logrado por buenas formas o con artimañas. No basta tener la corona de oro sobre la cabeza sino saber caminar con ella a todas partes sin que pierda su brillo. Hay muchos triunfadores y de eso el mundo está lleno, llegaron a la cúspide de la popularidad pero muy poco duró su reinado porque de pronto de vinieron cuesta abajo y no levantaron jamás, esto ocurre en toda activad humana. Pero ¿qué es lo que ha pasado? Es que no supieron mantenerse en esa altura. Muchos piensan que basta tener una habilidad, un oficio, una profesión, buena presencia, un buen apellido para conseguir la meta que se ansía y eso es todo. No es así. Una vez llegado al pódium de honor, recién empieza una nueva vida en la cual solamente duran y tienen éxito aquellos que reúnen las cualidades innatas o conseguidas con esfuerzo y estudio para desempeñarse con creces en su nueva posición como ser social en la cual más vale la empatía que la técnica. El que fue producto de la euforia multitudinaria en cierto momento punta del sentimiento; cuando se desvanece la exaltación y se vuelve a la realidad, muchas veces se encuentran con una gran sorpresa. No era como se le pintaba, todo era pura fantasía, maquillaje perfecto, pero la verdad es otra. Es como aquella artista que en base a siliconas y lipoescultura triunfa y llega a la pantalla de plata y se luce como una glamorosa y sensual mujer, cabellera castaña, ojos verdes, alta exuberante, deseada por todo el mundo, por la que es el ideal de todo hombre. Más cuando se le conoce en persona, resulta que no era la escultural dama. Era vacía de alma vida y corazón. Todo era producto de la fantasiosa imagen que venden los medios visuales de comunicación y el castillo de ilusiones se desvanece por completo. Esto sucede cuando se sobrevalora a las personas y a la hora de la verdad, no son ni la mitad de lo que aparentan ser. Por eso hay que tener mucho cuidado, no hay que dejarse llevar por lo que se dice, se escucha o nos cuentan, hay que comprobar antes de elogiar, analizar antes de alabar. No seamos continuadores de la promoción gratuita de falsas deidades, ídolos de barro que a la menor lluvia se desintegran. El mundo está lleno de figuras infladas por la casualidad que caminan por el mundo acaparando la vereda pero lo único que hace bulto es su imagen inventada por intereses creados o sumisos seguidores porque su oscura conciencia y mínimo conocimiento a veces se le extravía en su mente y tiene que recurrir a otras personas para encontrar su camino que cada vez se hace más estrecho porque ha empezado a volar sin saber correr.