En el recorrido diario por las calles de la ciudad, en distintos sectores, en medios informativos, la persona de la calle comenta todo lo que viene ocurriendo en nuestra ciudad y en el Perú entero e inclusive a nivel mundial.
Con razón o sin razón, cada cual tiene su opinión acerca de tal o cual problema y según sus propios conocimientos académicos o de su propia experiencia, emite con lujo de detalles sus proposiciones y albores de solución a los innumerables padecimientos que azotan a la sociedad actual y que no tienen cuando acabar. Unos hablan a nombre propio porque lo sienten de corazón y se expresan con la verdad en la mano, sin tapujos, medias tintas o pintando de otro color la realidad. Otros se mandan un rollo imparable pero cobijado bajo una bandera política que no es otra cosa que una cerrada defensa a una ideología partidarista que obedece a a planteamientos de grupo, otro sector técnico con toda la veracidad del caso, también da su parecer con mucha razón, a la par con los que ejercen gobierno que justifican sus actitudes en bien de la ciudadanía y el que escucha de todo y no sabe que hacer ni pensar es el pueblo que diariamente recibe una andanada de mágicas recetas para dar solución a los principales desfases de la ciudad pero a pesar de todos los esfuerzos que se hace y se dice, no hay una vía de solución efectiva de acuerdo a la situación real que para los que tiene el poder y sus seguidores, es plena de bondad y para los que son fieles a sus ideales, no agachan la cerviz y no están dispuestos a doblar las rodillas porque tienen personalidad, es deprimente sin lugar a dudas y no porque se la imagina o se lo contaron sino porque lo vive en carne propia. Hay un grupo muy especial que no tiene bandera ni color, pero tiene un buen ojo clínico como para saber quién tiene más posibilidades de triunfo y desde ya se están subiendo al coche disimuladamente y tratan de levantarle la imagen al futuro candidato con falsos halagos, barata zalamería, adulaciones vanas, con fines nada claros por supuesto. Ocurre tan igual como la casta de oportunistas que se arriman al que tiene el trono pasajero, aparentan amistad sincera, lo elevan a las nubes pero por sacar algún beneficio, porque lo que dicen es de la boca para afuera, pero cuando la cosa se pone brava, son los primeros en desertar. Son los eternos incondicionales, que gritan aplauden, dicen vivas, aunque la persona no se lo merezca, pero todo es por sacar algún provecho personal o para la familia. Hay otro minúsculo grupo pero más peligroso que el Sida, ellos al estar cada cinco años donde más les conviene, ya están totalmente desacreditados ante la opinión pública pero como sueñan despiertos, creen que todavía pueden ser elegibles y negociables. Negociables quizás porque son especialistas en vender hasta la conciencia y sus libertades, pero querer tomar las riendas de una patria sin rumbo definido, habría que ser muy incauto para creer en sus palabras que siempre fueron promesas incumplidas. Así está el panorama en cualquier lugar de la patria. Es menester de cada uno utilizar el poder de elección pero no por simpatía, porque me dará trabajo, porque es mi pariente, sino porque reúne las capacidades, virtudes aptitudes y cualidades aparentes como para que a través del conocimiento, tenga ya diseñado la ruta de ventura para el país. El que aún no la tiene y primero quiere para recién decir su pensamiento, mejor que se quede dónde está. La patria no es un terreno deshabitado como hacer experimentos de última hora, ni para ir aprender, es un terruño con historia que hay que servirla con amor