Diariamente nos encontramos con innumerables personas en nuestro cotidiano recorrido por las calles de siempre, en el trabajo, en lugares públicos.
Se ven rostros amables, sonrientes, serios, amargados, adustos. Diferentes estados de ánimo que reflejan sin lugar a dudas su mundo interior. Ocurre que hay personas que sin temer motivos aparentes siempre están en desacuerdo con lo que pasa a su alrededor y eso le origina un mal estado anímico. Otros se sobreponen hasta a los más dolorosos trances de penas, tristezas, desgracias que no faltan en la existencia humana y se desplazan totalmente energizados como si nada hubiera pasado. La vida es así. Nadie está libre de nada, pero nuestro entorno no tiene la culpa de lo que nos ocurre íntimamente. Dicho en otras palabras, los problemas son personales por la cual la colectividad no tiene porque ser participe del mal humor que nos acompaña en ciertos momentos. En este sentido, no es una conducta normal de una persona de éxito, alguna eminencia intelectual, si en algunas veces está cariñoso y en otra irreconocible. No es nada agradable la persona que un día te abraza y mas tarde no te reconoce. Pero sucede y estoy seguro que a todos nos ha pasado. Lo que tratamos en esta oportunidad es reflexionar acerca de estos cambios momentáneos de carácter. La persona debe permanecer impasible de tal manera que nada ni nadie altere su forma de ser. En el autodominio está el secreto, pero ello se logra cuando se educa el espíritu. Hay casos muy especiales, que felizmente no son todos, como por ejemplo, las personas que al ostentar un alto grado de preparación profesional, porque ocupan un alto puesto laboral, tienen alguna cualidad excepcional, por dinero, porque son de la alta sociedad, tienen riquezas, se vuelven soberbios, pedantes, orgullosos y muestran simpatías con las personas que no están a su altura solamente de la boca para afuera. Pero hay otro grupo que se vuelven arrogantes por el simple hecho de tener amigos que ostentan poder y por el hecho de estar cerca de ellos se creen de otra categoría. En realidad que estas actitudes denigran a la persona porque no están actuando con sus cinco sentidos. Lo peor de todo es cuando estas actitudes son llevadas al centro de trabajo. No es nada raro acercarse a una oficina de cualquier dependencia y te reciben con cara de pocos amigos, de mala gana o lo tratan de cualquier manera porque están ocupados. Toda persona que se considera eficiente, lo primero que tiene que hacer es administrar su tiempo de tal manera que a todos le de la oportunidad que se merece en cuanto atención se refiere. No se concibe la idea que haya un alto funcionario y que este totalmente ocupado las ocho horas que trabajo. De ser así es porque acapara todos los puestos habidos y por haber, o no delega funciones, desconfía de los demás, no es partidario de trabajar en equipo. En realidad lo que se quiere enfatizar es que cada cual debe ser tratado por sus interlocutores con respeto sobre todo mucho afecto y darle la solución a sus problemas y no crear más dudas, antagonismos o aparentando santidad cuando por dentro es el mismo demonio. Hay que tratar por todos los medios de hacer sentir importante a todos los que se cruzan por nuestro camino, nada cuesta una sonrisa pero nacida del propio corazón, un apretón de manos, un abrazo, una caricia. Hay que utilizar a cada instante el lenguaje del alma para crear en nosotros mismos y en los demás ese halo divinal de amistad sincera y que lleva al hombre a conquistar los más altos peldaños de la realización humana
A buen entendedor pocas Palabras.