Sobre valorar las actitudes y aptitudes humanas de nuestros semejantes, en realidad a nada bueno conlleva.
Lo único que se logra es que los demás tengan una idea errada de lo que es realmente una persona. Por intereses creados, por quedar bien, o por ensalzar a tal o cual persona, se habla hasta demás, se dicen cualidades que si bien es cierto, son buenas, pero no se le puede catalogar de excelentes de ninguna manera. Por tal hecho se piensa que estamos frente a una eminencia capaz de solucionar todos los problemas existentes por su calidad moral y capacidad cognoscitiva. Pero como todo es producto de una exagerada calificación adrede, lo que se hace es prestar confianza a quien menos se le debe tener. Esto ocurre muy comúnmente en nuestra sociedad y siempre se llega a saber lo que es realmente es, cuando ya es muy tarde para enmendar los errores. Cuando ya todo está consumado recién nos damos con la sorpresa que tal eminencia no existía, que todo no más eran sueños de opio o pompas de jabón porque en cualquier momento desaparecen y no se le vuelve a ver más. Personas de este tipo que se desvanecen como el viento como si fueran perfume barato, abundan en toda latitud, el mundo está lleno de seres de hojalata pero que se dan la importancia como si fueran de un mineral precioso. Son los que de todo reclaman, piden hasta lo que no existe y se dan unos aires como si fueran de otro mundo; pero en el fondo su inteligencia no va más allá que los conocimientos normales que cualquier persona común y corriente tiene. El porte de connotada figura cae por los suelos cuando tiene que intercambiar ideales con otro que si lo es; es cuando salta de lejos la diferencia y se conoce en carne propia la gran diferencia entre la capacidad desbordante y el oportunismo barato. Generalmente son personas negativas que a todo dicen no, solamente por darse importancia, hacerse notar o erróneamente piensan que portándose así, tendrán mayor importancia ante sus condicionales. Cuando en verdad ocurre lo contrario. Todo aquel que es puro impedimento, es negativo en todo masa humana. Demuestra poca capacidad de resolución estando en su mano la solución. Por ese negativismo, son los que por orgullo no dan su brazo a torcer y lo único que logran es quedar en ridículo ante el pueblo que todo lo ve y que es el mejor juez. En este sentido, toda persona que transita por ese nebuloso camino, es preciso que sepa; que si no le ha ganado a nadie, que pise tierra, que ya habrá momento para lucir una verdadera sapiencia porque a todos les llega su oportunidad. Querer ser a la fuerzo lo que no se tiene condiciones porque se carece de humanidad, es una posición errada que más tarde se puede pagar con lágrimas. No basta el apellido, la tierra donde se ha nacido, el grado que se ostenta, para querer ser un adalid de la historia. Las personas que llegaron al umbral de la gloria, lo hicieron porque tenían virtudes innatas, inteligencia planetaria y la humildad les nacía de su propio corazón. No llegaron por amistades, por dinero o porque los amigos así lo deseaban. Ellos si son un ejemplo a seguir porque sus frutos fueron de incomparable factura. No hay que olvidar que a los hombres no les cataloga por el oro que tienen o los títulos que poseen. A los auténticos baluartes del mundo, se les mide por las obras que hacen, por la efectividad de sus proyectos y por el bienestar que deparan a los demás por la que merecen ser considerados patrimonios culturales de la humanidad. Lo demás es pura pose, vanagloria de cafetín, soberbia indignante, pedantería sin sentido que dejan entrever que estamos frente a un ídolo de arena que el viento se lo lleva a donde quiere porque no tiene alma.