La vida debe ser una continua lucha hacia la excelencia.
Para ello cada cual cuenta con virtudes y cualidades innatas que lo llevan al estrellato, como también haciéndose un examen sin parcialismos puede determinar qué es lo que le falta para nacer en flor. El hombre está dotado para el triunfo. Pero entonces ¿Qué sucede? ¿Por qué hay fracasados? Entendiendo que éxito es lograr lo que se quiere y felicidad disfrutar de lo que se tiene. Resulta que el hecho de ser propietario de mansiones, joyas, terrenos, equipos, vehículos; desde el punto de vista material es una persona que tiene sus grandezas, pero puede darse el caso que todo puede ser superfluo y lleva una vida llena de tragedias. Es que todo lo que brilla no es oro, ni todo lo que vuela es ave. Hay otros hermanos que ganan poco, tienen sus comodidades mínimas, pero viven plenos de dicha y cordialidad, se sienten satisfechos de lo poco que tienen y viven plenos de esperanzas. El hecho de ser dichoso con poco, no quiere decir que la persona debe ser conformista, ni querer ser dueño de todo, sea una persona ambiciosa. Es lo más normal que toda persona con habilidades para la empresa, haga efectivo su idea y se convierta en un generador de puestos de trabajo. En este sentido tener o no tener no es tan importante como la preocupación por adquirir conocimientos y ser permanentemente creativos. Los repetidores de lo dicho a través de los años, seguidores de eminencias, nunca lograron trascendencia porque siempre lo opacó el que puso la primera piedra con su talento. Por eso cada cual debe ser generador de su propia imagen, ser el reflejo de una sabiduría personal y particular y avanzar por la vida brindando tal saber por doquier porque en el servir está la bondad del cielo. La sapiencia se incrementa a pasos agigantados, tan es así que quizá el hombre jamás llegue a comprenderlo todo; pero al menos de acuerdo a su capacidad, tiene que hacer suyo lo más que se pueda para su propia realización y ser una ventana hacia mejores tiempos de bonanza. Nadie vive sólo en este mundo, ni está poblando un desierto en la que sus vecinos son la soledad y el silencio, se vive en sociedad. Por esta ineludible razón; la gloria de la persona está en la calidad de servicio que presta. Para ello hay que humanizarnos, aunque parezca increíble. Es que muchos actúan como robots, su único pensamiento es el dinero, dólares, edificios, cuando el desarrollo personal debe ser en toda su dimensión. Con el mismo ímpetu con que se busca la tenencia física, con esa misma vehemencia, se debe anhelar la transformación mental y enrumbar la existencia hacia nortes de ventura de manera total. Entre el conocer y saber vivir en comunidad, reside la fórmula del goce divinal. No es el tiempo de agachar la cabeza porque se recibe unos cuantos centavos con lo que logra vivir a medias. Perder la libertad de acción no le da un horizonte óptimo a la conciencia. Pero muchos, no solamente son obediente al superior. Hay otros estados que son aún más denigrantes como ser esclavo del billete. Por eso ante esta cruda realidad, lo único sano y recomendable es quitarse la corona de rey, dejar el cetro de majestad, los laureles de gloria y ponerse las ropas del diario, colocarse las sandalias del caminante y echarse por el mundo en busca de la verdad y cuando sea nuestra, compartirla a plenitud porque nada es eterno, es prestado no más, entonces no hay porque cantar victoria cuando absolutamente todo tiene la vida de una rosa en primavera, que tarde o temprano se marchite y muere