La existencia humana a veces transita por las altas cumbres del acierto como también desciende al llano de la incomprensión, lo que no significa que si un lucero se apaga, será eterna la oscuridad del firmamento.
Todos somos de carne y hueso y el que emprende una lucha por paisajes de felicidad, quién no está sujeto a críticas, es que es muy difícil comprender y convencer y ser del sabor y color que le gusta a la mayoría que ansía de la noche a la mañana, como si fuera aún sueño, ascender a las dimensiones del bienestar general. Nadie es del todo malo o bueno con una pureza angelical. Lo importante es retomar el camino, despojarse del negativismo y abrir nuevas rutas de ventura hacia el porvenir. Para los que van rumbo a las estrellas y para los que vienen plenos de esperanza en su realización personal, deben saber que no se puede ser eterno juez del error ajeno. Hay que saber perdonar pero invocando el cambio de mentalidad para lograr metas comunes. No estamos en este mundo para quitarnos la vida entre nosotros; para sentirnos felices del que padece, para burlarnos del que sufre, para reírnos del que llora por alguna pena, para mantener al compañero en el rincón del olvido por ser un subordinado. El verdadero camino está en el afecto empático hacia nuestra sociedad. En ser el consuelo y esperanza de todo grupo humano. En no creerse un rey porque se tiene una corte de sumisos que no otra cosa que títeres a la fuerza generalmente por necesidad. En comprendernos mutuamente como si fuéramos una gran familia en la cual las cuatro paredes del hogar sea toda la faz de la tierra, es que el amor de verdad rompe fronteras y universaliza las realizaciones humanas. Es cuando el abrazo hecho de corazón, aquieta pasiones y apertura escenarios de dicha infinita y ello no se encuentra en el poder omnipotente, en el trono de oro, ni en la extrema pobreza, reside solamente en la humildad. Esta virtud humana está al alcance de todos, pero no se practica, muchas veces se quiere demostrar grandeza luciendo un finísimo terno, una lujosa vivienda, un venerable hábito, cuando en el fondo, se es esclavo de la inmoralidad. Hay esclavos de la violencia, del dinero, de la los vicios. Pero no hay mayor defecto que ser esclavo mental y depender de otros solamente por migajas que se dan de mala gana. El hombre produce más, cuando está en completa libertad, es capaz de los más grandes esfuerzos, cuando se quiebran los barrotes que enjaulan el alma. Por eso no podemos condenar en vida a nuestros semejantes, simplemente porque no son de nuestro agrado, o no piensan igual que uno. Eso es egoísmo, sin lugar a dudas. Hay que olvidarse de resquemores absurdos que solamente conducen a la deshumanización de las personas. Si la vida es corta, para que vivir solamente para odiar. Hay que utilizar el tiempo en acciones sublimes de calidad y envergadura, que sirvan de apoyo al que más necesita sin marginar a nadie, al contrario que visualicen horizontes de mayor calidad de vida. No quitemos la oportunidad de existir con dignidad a nuestros hermanos. Ya es tiempo de no hacernos la guerra nosotros mismos. El enemigo no existe, lo hemos creado nosotros mismos en indigna jornada, pero ya es momento del cambio, es que todo mal crónico sino mata, se hereda a las generaciones venideras.