En épocas de crisis ya sea política, social o económica en cualquier latitud; de la noche a la mañana aparecen como enviados del cielo, “iluminados profetas de ultima hora” los “eternos salvadores” de la patria y de la sociedad, que esbozan con voz en cuello y a los cuatro vientos, inspiradas fórmulas maravillosas que prometen en corto tiempo un cambio total y luego todo será de mil maravillas y porque no decirlo “color de rosas”.
Aparecen aquellos que contra la razón y plenos de público fanatismo y partidarismo de todo color, defienden lo indefendible y tratan de oscurecer la luz del día con un solo dedo. Es cuando al mentiroso lo pintan de ser un alma de DIOS, al autoritario de mansa oveja, el dictador es angelito con alas bondadosas, el servil pasa por héroe y el eterno crítico de su entorno, camina con un candado en la boca para reaparecer en cualquier momento como un defensor de la causa del pueblo cuando se le acabe la sombra que le daba la vida a costa de su silencio. Inclusive no falta el comodín de ayer que ahora reaparece como si fuera un baluarte de la democracia. Esto viene ocurriendo a lo largo y ancho de nuestra patria roja y blanca. Más confianza hay en el diablo, que el que finge santidad. La credibilidad en la palabra y en la acción por las causas justas; es un mito, el verbo florido en discursos reveladores; no garantiza sinceridad de parte de quien se expresa entre llantos y lágrimas, su sentimiento. Unos lo hacen de pena por los más necesitados, otros de alegría porque se acrecentarán aún más sus arcas acostumbradas a los caudales oscuros y malvenidos. Es que la solución a todos los problemas existentes no reside totalmente en las estrategias o acciones de las fabulosas mentes creadoras que abundan en tiempos de incertidumbre. El porque de la mayoría de las deficiencias que adolece la sociedad, reside en la conciencia de cada uno de nosotros mismos. Como el mal es interior; el único que puede arreglar este desfase, somos nosotros mismos. ¿Cómo? Actuando con justicia a favor de las mayorías más necesitadas, pero que nazca del fondo del alma ese deseo de compartir hasta lo poco que se tiene. Ese estado espiritual es lo que en el momento se adolece casi en su totalidad. A cada cual le importa lo suyo solamente y lo del resto no le interesa en lo más mínimo. Cada cual ve lo que le conviene y nada más y esta es la causa porque hay tanta indiferencia e ingratitud entre nosotros mismos lo cual debe terminar de una vez por todas, porque la historia es testigo que los países que sucumbieron a la denigración humana, fueron motivados por su abandono moral y humano.