A veces cuando caminan por las calles de este mundo en plan de paseo matinal, sin querer se encuentran cara a cara con el diablo.
Cuando menos piensan, se cruzan en el camino y en sus ojos diabólicos se puede observar que llevan toda la maldad que irradian por doquier a cada instante y a diestra y siniestra. No son seres extraños de las profundidades del averno, ni son inventados por alguna afiebrada mente demoníaca; están y viven con nosotros, son de carne y hueso y hasta lucen una sonrisa cínica y sarcástica, saludan con una fingida alegría. Sólo mueven el rostro, pero su corazón está deseando la muerte en ese mismo momento porque son enemigos de los que viven felices o marchan por los caminos de Dios, con ecuanimidad y equidad sin herir a nadie por la espalda. Son aquellos que con toda conciencia e hipocresía, como se creen eminencias de una materia gris excepcional; cuando se ofrece de hablar de temas humanos; cómo hablan de solidaridad, ayuda mutua, respeto, honestidad, moralidad, calidad de vida, transparencia, desprendimiento, unidad familiar, inteligencia, etc. Se golpean el pecho de manera trágica y son tan magníficos actores, que si no los conocieran que son hasta de tres caras, cualquiera terminarían llorando de rodillas y emocionados ante sus santificantes palabras de parte de aquellos enviados del cielo. Hacen tan bien su papel de falsos, mentecatos e indignos, que sin mayores esfuerzos se podrían ganar lejos el Oscar del cine mundial todos los años. No necesitan caracterizar al personaje, ni maquillaje. Como tienen las entrañas enfermas de maldad, eso aflora gratuitamente por sus rostros y sobrado pueden hacer el papel de malvados sin mayores esfuerzos. Quieren aparecer como los buenos de la película, pero sus imágenes de ultratumba los delatan de inmediato. Cómo serán de salvajes que hasta los que nunca los han visto; sin mayores preámbulos se dan cuenta de la ponzoña que llevan en sus lenguas oscuras y sin nombre. Ya se han acostumbrado a ser los reyes de la comedia sin final en la cual la trama principal es la mentira despiadada y la tragedia vil. El pueblo sufrido es el eterno espectador que tiene que pagar la entrada cara y soportar toda la patraña del teatro de la calle. Los extras como siguen a los titulares para cubrirles las espaldas no vaya a ser que un admirador frustrado se pase de la confianza y quieran lastimarlos. Los defienden, es que tienen que cuidarlos con esmero porque si por casualidad les prenden un fósforo cerca de ellos; se incendian todo ya que son el mismo Lucifer en vivo y en directo y en pantalla gigante. Estos representantes de los mundos infernales abundan en esta sufrida villa y se reproducen a la velocidad de un rayo como por arte de magia. Son fáciles de reconocer por sus caras angelicales, su léxico de otro planeta, una mirada arrogante como si tuvieran tres ojos. Tienen un modo de hablar medio raro; es que como no tienen bandera, identidad y personalidad, ni si siquiera su estilo de comunicación es propio, a cada rato hablan de calidad, competitividad, hablan de innovaciones, pero estas palabras suenan en sus labios como las palabras de un mudo. No hay concordancia entre lo que han sido, lo que dicen y lo que son. En los eventos públicos le sonríen a todo el mundo, pero nadie les da bola y están en un rincón como pan que no se vende ni se come porque causan la muerte. Pensarán que el pueblo padece de amnesia y ya se olvidó la negra historia que los acompaña. Andan en grupo y se guardan aprecio y se les descubre porque entre ellos no más se pueden hacer transfusión de sangre. Si le ponen sangre de persona bondadosa, fallecen. Alimaña con alimaña no más pega. No se les ve comúnmente, de vez en cuando aparecen como aves de mal agüero y despiertan miradas de admiración. Es que quienes los conocen las joyas que son; se quedan en una sola pieza, perplejos ante su cinismo de aparecer como mansas ovejas, con la cara de “yo no fui” cuando el diablo queda chico al lado de ellos. Más no hay que asustarse porque me han contado personas creíbles que felizmente en Moquegua no existen. Aunque otros me han dicho sin confirmar; que si hay esta especie sin corazón humano. En fin, si esto es cierto, mejor hay que estar prevenidos. Al menos ya saben cómo identificarlos. La última, tienen una debilidad; son fanáticos de los concursos y les encanta la peliculina y ser protagonistas de su egolatría desde el balcón de sus vagas fantasías y sueños irrealizables.