El que sólo piensa trascender en este mundo a través de una profesión; no tiene muchas posibilidades de dejar huellas inmarchitables si no es el mejor y el primero en su actividad y en su ámbito social.
Es menester de cada uno, ampliar el horizonte de aptitudes y bondades por la cual la persona irradie magnetismo personal, desprendimiento, convicciones, metas, moralidad, talento y sobre todo humildad con sus semejantes. Sólo así será imperecedero su tránsito por la faz de la tierra y no serán sus lauros pasajeros ni pasará desapercibido entre la multitud de consumidores que deambulan por el mundo sin oficio ni beneficio. Hay profesionales graduados con buenas notas que emergen en el campo laboral, pasan 30 años de servicios y sólo lo conocen sus familiares, sus compañeros de trabajo y superficialmente su entorno. ¿Qué sucedió? Vivió como una ostra encerrado en su concha por ser demasiado inteligente según él y su corte de advenedizos. No se proyectó en su comunidad como persona y como profesional, no hizo gala de ninguna innovación de punta que solucione los problemas de la sociedad. En cambio hay personas que sin tanta academia, y con sabiduría popular, pisan terreno firme y van dejando recuerdos imborrables en el devenir de la vida. ¿Qué ha ocurrido? Sencillamente que tienen talento y sin esperar recompensa, delegan su poca sapiencia a las grandes mayorías ávidas de riquezas espirituales sin temor a ser desplazados. La razón de la existencia está en levantar polvareda no para orgullo personal sino para contribuir al desarrollo material, espiritual, intelectual y cultural de las personas y ¿Cómo se hace? Cuando hay humanidad en el corazón, las acciones se tornan divinales porque apuntan hacia un mismo derrotero que es la prosperidad de todo el grupo humano en la cual se desenvuelve el existir. No es líder el que realiza acciones en pos de figuración ni el que está a la cabeza de la organización y reclama calidad humana a sus subalternos, mientras él es un ejemplo de deshumanización con mayúsculas. La delegación de normas conductuales no se mide por los títulos y honores que se tiene, sino por acercamiento social hacia quienes más necesitan. No se quiere connotadas eminencias entre cuatro paredes o entre su grupo de amistades o círculos cerrados que muchos sobrevaloran las capacidades ya sea por sumisión o conveniencia. Se necesita valores sin limitaciones ni barreras que encadenen su accionar y que sean baluartes de la solidaridad; sólo así podrán romper las cadenas del egoísmo y avanzar con virtuosidad y libertad hacia mañanas infinitos dejando una estela de calidad humana en cada corazón humano. Quien se muestra tal como es y es consciente de sus defectos y virtudes esté llamado a ser un ganador y nada ni nadie podrá truncar sus aspiraciones porque es de DIOS tratar de vivir feliz hasta más allá de la muerte.