La desatención que existe en las dependencias públicas por parte de ciertas personas, se viene convirtiendo en un mal que no tiene cuando acabar en nuestra patria roja y blanca.
Partiendo de una verdad que todos merecen el máximo respeto y que si están frente a un escritorio o una ventanilla es porque alguien les paga por su servicio y si es el estado, significa que están viviendo del dinero de todos los peruanos y por lo tanto aparte de su eficiencia, deben lucir un buen trato porque el usuario no tiene la culpa de sus problemas personales, traumas o falta de humor para estar en contacto con la ciudadanía que acude a las oficinas a realizar un trámite y no a mirar caras amargas, o escuchar respuestas destempladas con un énfasis de pocos amigos. ¿Acaso no les pagan, ¿o trabajan gratis?. Es muy común que cuando se acude a una entidad, no todos por supuesto; ciertos individuos, te contestan el saludo con un gesto de la cabeza o regañadientes o simplemente no te responden a la muestra de afecto. De lo contrario si están conversando por teléfono de asuntos totalmente ajeno al trabajo, no tienen cuando acabar su perorata insulsa. Además, sino están comiendo, se la pasan dialogando con alguna amiga, mientras que el sufrido ciudadano tiene que esperar que les de las santas ganas de atenderlo. Ah y si reclamas, reaccionan como energúmenos y hacen saber que tienen demasiado trabajo y no están ociosos para atenderlo. Ante esta situación, no nos explicamos ¿Tan difícil es brindar una sonrisa, dar la mano con cariño, un beso en la mejilla, un abrazo efusivo, ser cortés, amable y no agrandar el problema sino solucionarlo?.
Según afirman los especialistas en la materia esto ocurre porque hay personas que tienen enfermedades psicosamáticas, complejos se superioridad, sobrevaloración, problemas de orden personal. Por la que se hace necesario un examen de suficiencia psicológica periódicamente a todos los empleados, para ver su estado mental de tal manera que las oficinas no sean almacenes de psicópatas sociales que lo único que hacen es amargarle la vida a inocentes personas que no tienen la culpa de su mediocridad. Luego hay que brindarles con cierta continuidad, conferencias sobre inteligencia emocional, calidad humana, comunicación empática, proactividad, sinergia, etc. Si a pesar de todo se sigue incidiendo en la misma inconductas, se debe actuar con energía y darle de baja. Es que hay tantos profesionales normales que quieren trabajar entonces, ¿por qué? hay que soportar diariamente a inmaculados desadaptados sociales que sin hacerla trágica, muchos no tienen ni la instrucción necesaria para ocupar el puesto que ostentan muy orondos; aparte que ni siquiera quieren actualizarse o estudiar porque su incompetencia los aplasta. Ante esta irregularidad, se exige más conciencia, más autoestima, más inteligencia interpersonal e intrapersonal para conocer a los demás y a nosotros mismos y no vivir en una patria tan hermosa como si fuéramos enemigos. Felizmente me han dicho que en Moquegua no hay esa rara especie tan despreciable como si fuera una plaga; a pesar que otros afirman que si hay pero que reinan libremente con la venia del superior que es de igual o peor calaña. Si así fuera, ya saben cómo curarse y están a tiempo porque nunca es tarde; peor es recibir el repudio de todo un pueblo que tiene todo el derecho ya que guarda en sus entrañas la voz de Dios.