La violencia es la causa principal por la cual los pueblos del mundo sucumben y se destruyen entre ellos mismos como si no fueran frutos de una sola creación y la vida se extermina irremediablemente si poner reparo que la existencia es sagrada.
La historia de la humanidad está plegada de actos que corroboran lo que afirmo, siendo una de las causas principales el poder y la ambición desmedida. El hombre cada día anhela más de lo que realmente necesita para vivir. Bajo esa premisa avanza raudo enfervorizado por una modernidad que no la comprende bien pero que sigue la corriente simplemente para estar a la altura de las circunstancias. No se quiere dar a entender que se tiene que vivir entre franciscanas limitaciones, el hombre es libre desde que nace y puede adquirir todos los bienes que sea necesario siempre y cuando sea por conducto regular, con trabajo y esfuerzo y al alcanzar cierta altura en el ámbito económico, compartir con los demás no migajas o lo que le sobra, sino parte de lo que se utiliza para existir humanamente. Entiéndase bien, que la ruta del éxito, no está determinada por la cantidad de dinero que se posee sino por las bondades que se puede delegar en bien de los que más necesitan o padecen. Es que hasta un delincuente por sus malas acciones, puede hacer ostentación de riquezas, entonces el oro no significa grandeza espiritual, sino material que no da la felicidad plena ya que ella reside en la humildad, en el desprendimiento y en apoyarse mutuamente porque todo es pasajero y la vida no es comprada. Por eso no es una actitud ecuánime que eleva a la persona a los altares de la popularidad, hacer alarde de poder económico para satisfacer su ego, sino al contrario; si algo se tiene en la vida, en buena hora, pero no da pie, para publicarlo a los cuatro vientos. Es que a nadie le interesa los billetes que se pueda tener. Sino lo útil que se pueda ser a la sociedad. No olvidar que los grandes hombres que engalanan las vidrieras de la historia no se hicieron famosos por ser millonarios sino por su vasto conocimiento y talento sin límites. Por eso, lo único valorable en la vida es nuestro caudal cognoscitivo que nos acompaña hasta la muerte, lo demás es superfluo, pasajero y tiene un final cuando, menos se piensa. Por eso, lo que se debe hacer es enriquecer el alma y solamente se consigue con las buenas actitudes y la solidaridad que debe nacer del corazón y de manera total. Eso de vivir quitándonos las cosas, tratando de hacer caer al que está mal parado, apurando la muerte del que se encuentra herido por los avatares de la vida, envidiando al que más tiene, invocando mala suerte al que habita muy feliz, pidiendo desgracias para el que triunfa en base a su intelecto, tratando de indisponer al que asciende con méritos propios, deseando maldad al que goza de todas las comodidades habidas y por haber; sencillamente podrá ser de todo pero no es vivir. Vivir es disfrutar de todo lo que existe pero de manera mancomunada, en completa hermandad después de haber trazado objetivos comunes de felicidad en pos del bienestar general, con pensamiento universal.