Partiendo de la premisa que educar es enseñar al alumno a comprender y asimilar todo el saber del entorno, de una manera fácil y que sea aplicada en toda su vida.
Es preciso que el joven sienta el placer de adquirir sapiencia, de buscar con inquietud los nuevos aportes culturales y cimentar su creatividad. Que sepa a dónde quiere llegar gracias a su intelectualidad. Se energiza esta cualidad solamente cuando el maestro sabe llegar al alumno y se logra esta unidad educativa cuando hay vocación de servicio, convicción y conciencia de parte del educador. Si hay amor y espiritualidad en sus actos constituyéndose en un preclaro ejemplo a seguir, se despierta la avidez por el conocimiento y si dicha instrucción está ligada al orbe regional y nacional, estableciendo la unidad entre el hombre y la tierra; se puede decir que se ha encontrado la tan ansiada llave del éxito. Nadie ha venido a este mundo para no dejar huellas. Si se quiere tener un paso inmarchitable sobre la faz de la tierra y levantar polvareda; sólo se logra si hay pureza en el alma y el cuerpo que permite valorar el suelo que hoy nos cobija. Por eso consideramos que todos los conocimientos que se imparten deben estar dirigidos sobre una meta común: el éxito personal. Por ser corta la existencia, no es posible hacer acopio de toda las sabiduría existentetoda la sabiduría existente, pero si es elemental adquirir lo más conveniente para nuestra realización personal como ser humano. Para consolidar las armas del triunfo definitivo, somos partidarios por ser jóvenes con visión de futuro y ansias de bienestar; aparte que al alumno se le da las pautas para hacer propio las ideas del mundo cambiante con tecnología moderna y ser un eterno estudiante; se debe enseñar ORATORIA Y LIDERAZGO de una manera original dado a nuestra condición de pluricultural, multiétnica y plurilingüe. La mejor forma sería a través del arte integral en la cual el teatro, la declamación, la danza, la música, le darían al futuro líder, una atinada expresión corporal, sensibilidad, fluidez de palabras, coherencia, aplomo, capacidad de llegar al público, dominio de escenario, creatividad y todo en su conjunto le darían al joven el umbral de la excelencia ya que una persona humanizada es capaz de las más grandes hazañas. Por lo expuesto, no es necesario traer fórmulas motivadoras de otras playas que nada tiene que ver con nuestra realidad. Siendo auténticos y genuinos, podremos decir con orgullo que está naciendo una nueva juventud capaz de diseñar novedosos derroteros que conducirán a la dimensión de la prosperidad. De la decisión de los que manejan las riendas de la educación depende el devenir patrio. De lo contrario, no se puede responsabilizar a la juventud de ser esperanza del mañana, cuando se le sigue formando con destellos educativos desfasados en el tiempo y el espacio.