La acción de creer ciegamente tener la razón en todo cuando es totalmente mentira, es una actitud incongruente como el que por tener el trono del mando a su disposición, se otorga olímpicamente el derecho para hacer lo que le venga en gana en desmedro de la dignidad humana.
O querer que le crean lo que dice cuando se nota a muchas leguas que hay bastante de falsedad en sus apreciaciones. Como también desmentir cínicamente lo dicho con testigo y todo lo demás. A pesar que son conductas reprochables en todo sentido por su deshumanizada expresión; diariamente, cualquier persona común y corriente se cruza en la calle con las peores especies de esta calaña que se creía en extinción pero que por arte de magia subsisten muy orondamente como si fueran muy necesario su presencia en este mundo del Señor. La desaparición de estas manifestaciones negativas no depende de la profesionalización de la persona o de su eminente intelectualidad. Hay casos patéticos de personas con más de dos brillantes títulos que se comportan ordinariamente como si fueran simples patanes. Es que una cosa es la adquisición de conocimientos para desempeñarse en la vida y otro cantar es la espiritualización del ser. Cuando ambas marchan a la par, el hombre es un ser consciente pero si hay desfase en el desarrollo de ambas facetas de la existencia; no siempre su capacidad académica va de acuerdo con su comportamiento como integrante de una sociedad. Hay también personas que no tienen gran instrucción pero se portan en cualquier circunstancia con el aplomo y la ecuanimidad necesaria que lo envidiaría el que pierde los papeles porque le picó una hormiga. Teniendo en cuenta esta apreciación por eso no es nada raro ver como personas que se consideran iluminados del talento y se adornan con aureolas de gloria, ante un ataque de ira y cólera, descienden rápidamente al último escalón de su oscura indisciplina. Lo peor está que muchas personas consideran que por ser jefes, directores, gerentes, etc., pueden hacer cualquier laberinto, escándalos y nadie tiene derecho a criticar su actitud porque tienen el poder entre sus manos. Que tremendo error. La corona de rey es pasajero. El cetro de grandeza no es eterno y no da el derecho de pedir sumisión y servilismo al entorno en aras de demostrar dominio. Además no se debe confundir mando con respeto ni libertad con libre albedrío. La verdadera consideración se lo gana la persona por la cantidad de logros obtenidos, éxitos por méritos propios, popularidad en base a sabiduría, en bien de las grandes mayorías y no a través del miedo o el abuso de autoridad.