El hombre es capaz de lograr todo lo que se propone ya que tiene por naturaleza todas las armas para vencer las barreras imposibles.
Ese umbral de excelencia que para muchos es difícil, sólo es posible a través de la calidad humana y ese estado ideal se logra cuando la ética está por encima de la técnica y el hombre se espiritualiza a través de las buenas acciones. No hay límites para el desarrollo personal. El mundo está hecho para aquellos que ansían la corona de la felicidad compartiendo ese brillo de grandeza con su entorno. El que se encamina por la senda del trabajo honesto y ama la verdad como el más sagrado mandamiento, está destinado a trascender en el tiempo y el espacio. Todos los deseos de triunfo se basan en el conocimiento popular o académico. Nada surge de la casualidad. La mediocridad y la incompetencia son productos del oportunismo y no hay que olvidar que se puede ser una eminencia en algunas ramas del saber pero por tener el alma enferma de egoísmo y orgullo; con todos los honores encima, solo se es un falso profeta sin bondades ya que solamente dejan huellas quienes enseñan con el ejemplo. Lo demás es pura fantasía. El que quiere conquistar el universo desde el umbral de la mentira, su victoria es pasajero. Sólo dura lo que se incuba en el alma, habita en el corazón, se potencia con la mente y aflora en nuestras acciones divinales. En la senda hacia le éxito no hay secretos por descubrir, todo está dicho en distintos idiomas. Más aquellos que no quieren ser simples consumidores sólo tienen que emprender toda actividad con fuerza de voluntad, orientado hacia la dicha ajena, siempre pensando en un ser supremo y compartiendo la mesa de cada día ya que nada es eterno, ni el oro ni el poder que alimenta ambiciones pero que ciega los deseos de vivir a plenitud.