HACIA EL UMBRAL DE LA GLORIA

Nuestra juventud, para que pueda asumir con éxito los tremendos retos que exige la modernidad, tiene que estudiar a conciencia según su vocación y alcanzar los más altos grados posibles dentro de su profesionalización.

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Más no es suficiente lucir muy orondos el título y pensar que con eso ya es lo máximo que se ha logrado; sino ser una persona creativa, innovadora y capaz de crear mayor sabiduría con lo  aprendido. Sólo así se convertirá en un auténtico baluarte  de transformaciones donde quiera que se encuentre y podrá dejar huellas imborrables en el devenir del tiempo por sus legados cognoscitivos en bien de la sociedad. Por esta razón es preciso que todo estudiante se trace metas y compromisos  y fijar un tiempo determinado de realización y tratar de cumplirlo al pie de la letra. Jamás permitir que los plazos se venzan y se fijen nuevas fechas. Al contrario, la culminación de nuestros sueños deben adelantarse al momento de vencimiento. Sólo así podremos decir con mucho honor que estamos avanzando en la consecución de lo que más anhelamos en esta vida terrenal. Para ello se requiere de total disciplina en nuestras acciones cotidianas. La asistencia y puntualidad a la institución educativa juega un rol preponderante en la cristalización de los ideales propuesto. Sobre todo no estudiar solamente para aprobar el curso sino para toda la vida y utilizar la investigación como norma para adquirir mayor sapiencia. Desterrar para siempre  la memorización del saber como forma de aprendizaje y la copia de los trabajos ajenos para afianzar la sabiduría. El cultivo de valores morales como norma de existir no permitirá que se trunque el camino a la gloria. Puede haber inconvenientes de toda índole porque la persona es todo un cúmulo de  virtudes y defectos, pero el hombre debe lucir a cada instante fuerza de voluntad, entereza y pundonor para vencer toda peripecia que se presente en su ruta hacia la victoria. Debe tener la suficiente valentía y coraje para no sucumbir ante el escollo gratuito que no faltan en el  sendero hacia el éxito. Contar como atributos personales, el desprendimiento entrega total, convicción, dignidad, fuerza moral para no  caer de rodillas ante los embrollos que se suscitan de parte del negativismo de aquellos que no se superan ni dejan que otros asciendan por la escalera del triunfo. El mundo está lleno de tropiezos y de barreras que limitan la libre elección de oportunidades de triunfo, pero la grandeza del hombre está en salvar dichas vallas que no dejan mirar el horizonte con el color de la esperanza. El hombre es capaz de lograr las más grandes hazañas en bien de la humanidad, pero tiene que espiritualizarse para lograr un estado creativo dentro de su habitat donde desarrolla su existencia. Es que nada ocurre de la casualidad. Los golpes de suerte no ocurren comúnmente. Las cimas inverosímiles que causan admiración por su preponderancia, altura y calidad, no son frutos del azahar. Son el producto de un plan de acción que se basa en la razón y los íntimos deseos  de ser mejor cada día. En las ansias de cambio reside la clave del éxito y en la predisposición para obtener las armas y ganar la batalla, está la llave de una vida feliz. Eso todos lo saben pero son muy pocos quienes lo intentan ya que se piensa que el dinero lo hace todo, pero en la práctica no es así. La capacidad, la eficiencia, el servir sin esperar recompensa, la fe en un ser divino, el amor hacia la verdad, el intelecto, la concientización hacia el logro de objetivos comunes, la constante adquisición de conocimientos de primera mano  y visión de futuro, hace que cada cual, encuentre la razón de su existencia en este universo tan íntimo pero lejano a la vez y que nos sirve de morada pasajera.

 

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