Se puede cometer un error e involuntariamente hiriendo a las personas del entorno.
Se puede rebasar los límites de la cordura y dejar en el aire al que por su integridad humana es un baluarte de bondades. Se puede menospreciar a los demás en un momento de indecisión, se puede marginar a cierto grupo por una incoherencia repentina. Se puede hasta mentir a los grupos humanos pero sin mala intención. Todo puede suceder porque nadie está libre de caer al abismo de la incomprensión o de una conducta no de acuerdo con la realidad en que se vive. Pero es de valientes reconocer la falla, decirlo públicamente, enmendarlo, no volverlo a cometer jamás y recomendar que eso no se debe hacer. Estamos seguros que aquellos que reconocen sus desfases en toda la extensión de la palabra, son realmente paradigmas de las nuevas juventudes porque han tenido la valentía de ser sus propios jueces y poner las cosas en claro. Eso es honor y tener calidad humana. Es realmente halagador una actitud así. Es tan emocionante que despierta las ansias de vivir eternamente porque enaltece el alma ya que significa que no estamos solos en esta cruzada contra la imoralidad, corrupción e injusticias que abundan por doquier. Por tal razón, debe servir de ejemplo para la sociedad y generaciones venideras ansiosas de triunfos con el esfuerzo propio. Más en la vida real no ocurre así. Sucede que el de los yerros más notorios quiere hacer creer al mundo entero que son inmaculadas personas de comportamientos intachables, de una conciencia angelical llena de benevolencia y que están actuando con justicia y que son unos angelitos en vísperas de hacer milagros por las bondades de sus almas. Son unas santas palomas y que están actuando con toda la claridad del caso. En realidad, son unos artistas que pueden ganar un premio mundial en el teatro. Se golpean el pecho, elevan plegarias al cielo, lloran, arrojan lágrimas y juran ante Dios su honradez y equidad. Inclusive hasta se confiesan y muestran unas caras de arrepentidos que cualquiera se santigua ante ellos y pide su canonización inmediata. Pero en el fondo, si uno se toma el tiempo de investigar sus actividades, los mira bien por sus cuatro costados y les indaga sus correrías, sus acciones dentro de sus oscuros grupos cerrados donde solo tienen acceso ciertas personas de la misma calaña; resulta que el diablo no es diablo a sus lados. Casos como del que en forma general hago una reflexión, nos enteramos diariamente por los medios informativos hablados, escritos y televisivos. Y todos se preguntan ¿Hasta cuándo hay que seguir siendo testigos de estas inconductas humanas? ¿Qué hacer para que esto acabe de una vez? No sucede comúnmente en las clases más necesitadas como para echarle la culpa al momento en el cual se vive. Se dan casos en todo tipo de estrato social. No es producto de la ignorancia ni de la pobreza. Ocurre hasta en las grandes esferas políticas y sociales donde nadie vive económicamente alcanzado. De una manera muy particular de pensar y sin quitarle su lugar a los que verdaderamente si luchan y anhelan una Perú de promisiones; consideramos que las nuevas juventudes con las experiencias de auténticos peruanos, son los llamados a formarse con humildad y con amplios conocimientos plenos de humanidad y cuando les toque tomar las riendas de país, no cometer los mismos errores que sus antecesores. A pesar que todo lo malo se contagia rápidamente; es preciso afrontar el futuro con la seriedad del caso y asumir los nuevos retos con sinceridad, patriotismo y convicción moral en aras de una patria libre, soberana y con futuro.