Todos queremos levantarnos optimistas y empezar el nuevo día pleno de entusiasmo y realizar nuestras actividades cotidianas con la misma impetuosidad como cuando es viernes y termina la semana laboral.
Caminar por las calles de todos los días plenos de dicha y como si los estuviéramos abrazando; saludar cariñosamente a todos los que se cruzan en el camino y dar aliento con una sonrisa en cada encuentro. Sentir felicidad hasta de la travesura del niño de la calle o aspirar el perfume embriagador de las flores de los jardines que adornan la ciudad. Apreciar las piruetas de los canes y gatos callejeros que ajeno a todo lo que ocurre a su alrededor juegan distraídamente como si el mundo fuera de ellos. Eso quisiéramos hacer la mayoría de los mortales que hoy pueblan la faz de la tierra, pero no es así en realidad. Es que desde temprano lo primero que se ve en las calles es suciedad, abandono moral, desocupación, explotación, riñas, discusiones y lo peor, una gran mayoría camina totalmente indiferentes como si se les debiera y no se le quiere pagar. La ingratitud es la que reina en las mentes enfermas de ambición y protagonismo. Es horrible la ciudad. El chofer de algún vehículo que grita para que suba el pasajero rápidamente, la señora que pregunta una dirección y nadie se la quiere dar, el lenguaje irrepetible de los que viven al margen de la ley y creen que las aceras es su fundo. Las caras sin lavar de personas de todas las edades que por estar apurados dan un espectáculo desagradable, las personas que se paran en las esquinas y chismosean horas y horas de todos, menos de ellos, el vendedor de novedades, frutas que grita desaforadamente ofreciendo su producto y si no le compran todavía con todo cinismo se molesta. En fin toda una tragedia. Ahora, ni que hablar de lo que sucede dentro del mercado y de las oficinas. No reina un clima angelical dentro de su vasto acontecer. Es que una gran parte de gente necesitada solamente vive pensando en cómo parar la olla para la familia. El que tiene un trabajo más menos remunerado, vive atormentado pensado en cómo mantener su status para que “nadie diga nada” y los ricos no duermen pensando en cómo continuar con su explotación y pocos se den cuenta de su delito. Algunos que manejan la situación con el voto popular obligado; renuevan sus estrategias para mantener contento a la población aunque sean con promesas que más parecen sueños o trama de una película macabra con triste final. Por supuesto que en esta visión apurada no todos actúan de espaldas a su conciencia. Hay casos respetables ante los cuales me quito el sombrero por su calidad humana. Ante este panorama, ¿Cómo empezar la mañana con una sonrisa de oreja a oreja? Para vivir en una patria como la nuestra en verdad hay que ser héroes porque cuesta sacrificio terminar el día con beneplácito, hay que tener valor para no explotar ante el cinismo ajeno, hay que tener dos corazones para soportar tanta mentira de aquellos que quieren ocultar la luz del sol con un dedo. Hay que tener más de una vida para no sucumbir ante el despotismo y orgullo vacío de los que se creen dueño del espacio y ni siquiera son propietarios de su rumbo porque jamás diseñaron su forma de vivir en base al conocimiento compartido, pleno de solidaridad y con objetivos comunes.