Ya se ha hecho una costumbre nacional decir una mentira más grande que el cielo azul y cuando alguien trata de hacer ver la falsedad; el inventor de la necedad, pega un grito al cielo ante la desconfianza ajena y defiende a capa y espada su exabrupto y hasta se siente víctima de una persecución política si se ahondan las investigaciones para llegar a la verdad.
Las afirmaciones sin base abundan en todos los medios informativos, sustentados por aquellos que por tener la banda de fantasía en el pecho, se creen con poder divinal y todo lo que sale de su boca; así sean falsedades, el pueblo tiene que hacer caso sin reclamar ya que toda protesta es una insubordinación al superior que es dueño de la voluntad y destino de la colectividad. Que inteligente es el mentiroso. Como le busca una salida a su improperio que hasta parece que es asesorado por algún erudito del infierno. Grita, llora, salta y hasta jura para que le crean. Estamos seguros que son conscientes de sus errores pero como ya la soltaron al aire y son tan orgullosos y pedantes que hasta les parece un pecado aceptar sus equivocaciones ya que se consideran dotados de un talento muy especial. Cómo se golpea el pecho el que vende su conciencia al diablo, el que ensucia la magia de palabra o esconde su voz bajo tierra porque es uno más del séquito de la farsa a cambio de un sucio dinero. Hay quienes defienden su honradez con afán desmedido. No soportan ni llorando una culpabilidad porque sus “conductas intachables”(según ellos) no lo permiten. Hay quienes gobiernan con el hígado y la prepotencia, pero cómo lucen una sonrisa de oreja a oreja cuando alguien le coloca el dedo en la llaga y de inmediato ponen una cara de angelitos que cualquiera cree y le pide un milagro de rodillas ante su visible santidad. Otros dan muestras de una errónea eficiencia e inteligencia dentro de sus círculos cerrados pero por ser todos convenidos, aplauden a rabiar la excelsitud de tales dones sobrenaturales y orondamente entre ellos lucen su aureola de sabiduría, cuando todo es pura apariencia pues en el fondo lo que se les nota a más de una legua es una inconsciente vanidad que no cabe en sus cuerpos enfermos por el peso del cetro que les cayó del cielo porque nunca lo ganaron en buena lid. A lo largo y ancho de nuestra patria roja y blanca hay estas raras especies que se reproducen a la velocidad de un rayo. Son fáciles de conocerlos, tienen doble cara, no tienen sangre en la cara, lucen un color blanco porque viven a la sombra del poderoso. Están gordos porque comen sin trabajar y si aún no los puede identificar; díganle que saque la lengua. Si se cae de pecho; usted ha tenido la mala suerte de encontrar su identidad. Y si a pesar de todo aún tiene dificultad para reconocer su verdadera cara; écheles agua, es que por ser líderes de barro se deshacen ante el líquido vital por no tener corazón.