Adquirir vastos conocimientos y luego volcarlos pacientemente a quien más lo necesita en una entrega de amor, es una de las más nobles y gratificantes tareas del hombre.
Si toda esta acción de legar sabiduría se hace dentro de los cánones de la humildad, la ofrenda cultural adquiere ribetes divinales e imperecederos. Más si se utiliza una falsa capacidad intelectual para fingir que se tiene conocimientos pero en el fondo entre lo dicho y el hecho hay una diferencia abismal; estamos indudablemente ante una tremenda farsa. La sapiencia y la palabra por ser un don sagrado no deben ser utilizadas de ninguna manera para apoyar inmoralidades. Montar todo un espectáculo para disimular lo que verdaderamente ocurre tras bambalinas y luego aparecer con aureola de santo. Para engañar a generaciones presentes o suplantar al verdadero baluarte de la creatividad. Para mostrar ante el superior una calidad impecable cuando por dentro avanza indeteniblemente el carrusel de oscuros designios que denigran a la persona humana. El ser que tiene esa doble personalidad, es capaz de mostrar una sonrisa hasta al enemigo, es capaz de llorar pero por dentro ríe a carcajadas porque tiene enfermo y ebrio su ego de avaricia. Tiene dos caras definitivamente y lo que falta saber, con cual de ellas mira a su familia. No basta ser inteligente, sino mostrar esa capacidad mediante proyecciones a la colectividad. No bastan los títulos y honores recibidos en buena o mala lid porque al final el papel aguanta todo. Lo único que tiene valor en la vida, son los frutos verdaderos de una acción hecha con el alma y para toda la existencia. De que vale vivir aparentando una pureza virginal, una conducta intachable, una corona reluciente de brillantes pero que en el fondo son de fantasía porque otra cosa no puede lucir en su cabeza diariamente vacía de afecto pero llena tan solo de ambiciones y maldad. En estos tiempos modernos de trabajo en equipo, es una aberración inconcebible, formar círculos cerrados para trascender y conseguir lauros en honor a innatas aptitudes que según ellos la tienen, porque en realidad son autómatas sin alma corazón y vida y solo funcionan en base al dinero y haciéndole sombra al rey para que gobierne sin problemas y ellos como parte de la corte de incondicionales, puedan gozar de las mieles y sombra del poderoso ascendido de casualidad. Las personas sin espiritualidad, delinquen con facilidad y cinismo y son tan ingenuos que creen que son muy listos y nadie se da cuenta del que hacen en su entorno. El pueblo es felizmente sabio y conoce y entiende muy bien lo que sucede en su derredor. Por lo tanto nadie se libra de la ley del corazón. Aquellos que montan todo un circo para tapar las deficiencias crónicas del lugar que le da la vida y salen a la palestra a lucir una blancura angelical, solamente van camino al fracaso, al olvido porque la historia y la sociedad todo castiga tarde o temprano y es muy sabido que el mentiroso con toda su vanidad y pedantería, podrá engañar al mundo entero pero jamás su conciencia.