Lo que ocurre en este valle todos los días, no se sabe realmente en toda su dimensión porque hay la folklórica costumbre de vivir creyendo en simples rumores y nada más.
De boca en boca va perdiendo su veracidad original, de tal manera que después de un largo recorrido por los vericuetos de las esferas sociales, llega el dato totalmente distorsionado a las grandes mayorías que ya no sabe a quién creer. En todos los estratos humanos se peca de suposiciones, opiniones transformadas por el fanatismo personal, partidarismos interesados, o simplemente enfoques descabellados, por la vieja actitud de hacer lo que otros dicen o callan porque se molesta fulano de tal que es intocable además paga muy bien. De ahí que las fuentes de información, no todas por supuesto ya que hay honrosas excepciones, en muchos casos, están muy lejos de la realidad porque no se basan en la investigación del hecho sino que proyectan la información según los latidos de su proficua imaginación o parecer con cierta dirección hecha a propósito por intereses creados. Es que el hombre, según sus fines; no es tan partidario de trabajar con toda la transparencia del caso. Hay una parte que es de conocimiento público y la otra es totalmente secreta ¿Por qué no ser cristalino sin excepciones? Porque como sucede hasta en las mejores familias, siempre hay algo que no conviene divulgar y se cuenta con la complicidad de las limitaciones de la actividad informativa. Por eso existe en el mundo tanta difamación, injustos acusados, condenados sin delito y delincuentes sueltos en cantidad. Quebrar el grado de privacidad de las personas no es posible por estar respaldado por nuestra propia legislación. Por lo tanto lo que debe primar es la honestidad de la acción y la verdadera convicción de su realización, ser cultor de la verdad y tener un gran apego a trabajar con toda la sinceridad posible. Así resulte utópico mi reflexión; es la única forma de actuar para lograr un objetivo común imperecedero. Esta meta encuentra una serie de barreras que limitan la auténtica función de los hombres de no muy bien formadas convicciones. Es cuando entre el hablar y callar aparecen muy orondos dos actores y que siempre transitan exentos de culpa. El que teniendo el poder hace uso del dinero para acallar, tergiversar, o cambiar el sentido de la información y los antiperuanos que aceptan y orientan la nota en otro sentido por conveniencias personales a cambio de unos cuantos billetes que huelen a robo. Esta dupla de la corrupción empaña el derecho de la libertad de expresión. En toda ciudad se sabe quiénes son pero se calla porque en la compra y venta de conciencia hay toda una organización que los respalda y las únicas muestras verídicas, es el rumbo premeditado que se le da a la información con la cual se quiere oscurecer la luz del día adrede. Felizmente no están todos los que son, ni son todos los que están, por eso hasta caminan por las calles del mundo frescos como una lechuga y hasta se diría que aparentan haber realizado una hazaña, es que la inconciencia no tiene límites en ciertos casos. Hay quienes les conviene el tira y jala de la sociedad, son como aquellos que cuando hay lío atizan el fuego y cuando las papas queman, se esconden bajo tierra. Ante esta situación que se ha vuelto un negocio bien rentable, el tiempo y el pueblo tienen la palabra.