A raíz del 461| Aniversario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la decana de América, se ha hecho un recuento de los egresados de sus aulas a través de todos los tiempos.
Resulta que dicho centro de estudios superiores universitarios ha contribuido en la generación de preclaros baluartes del conocimiento humano, ya sea en el arte, en las ciencias y la cultura. Para muestra, basta mencionar algunos de ellos como por ejemplo: Modesto Basadre Grohmann, Julio C. Tello, Mario Vargas Llosa, etc. Por supuesto que hacer una comparación con otras de similares funciones, sería injusto por las antigüedades distintas, si se trata de medir la ofrenda por la cantidad de años. Cada ente tiene lo suyo, pero cuál es el secreto para que una institución de esta índole se convierta en semillero de intelectuales con la cualidad de dar luces de la realidad existente. La respuesta cae por su propio peso. Si hay connotados maestros que marcan la diferencia por sus actitudes plenas de modernidad, que son auténticos tutores de sus alumnos en todas sus modalidades, ejemplos de virtuosidad y superación y lucen una creatividad que avanza al compas del tiempo; los frutos son idénticos. Más si el educador no es el originador de su propio conocimiento, es tan sólo un repitente de lo que aprendió a medias en épocas pasadas y no es un hito a seguir por ser uno más del montón, o que nunca le ganó a nadie; a pesar de los títulos y grados que orondamente muestra; el estudiante realiza su aprendizaje sin un guía real y va camino a su profesionalización ajeno a paradigmas, metas concisas y sin visión de futuro. Es que no basta hacer acopio solamente de buenas nuevas, además hay que fortalecer las facultades mentales, psicológicas, espirituales y humanas; de tal manera que el ser desarrolle dones naturales, firmeza en sus aptitudes, buen tino en sus acciones, capaz de valorar el innatismo en el ser que es un aura que apunta al infinito, predisposición natural para vaticinar o profetizar el futuro y anticiparse al mañana, tener visión planetaria y ser el autor de sus propios ideales y no un imitador o simple trasmisor de notas de internet. Más si sólo ve a su apostólica labor como si fuera un negocio rentable con la que va a cimentar abundantemente su situación económica, es no más que un mercader de sapiencia. Ahora, en el colmo de los males; si a su ambición monetaria, le suma toda un aureola de pedantería, orgullo, vanagloria y se cree de otro planeta y mira a todos por encima del hombro, podrá ser de todo, menos un formador de generosos talentos por su nivel de incompetencia. Sino motiva la revolución mental del ser en aras del gran cambio y no canaliza los proyectos ejecutables hacia los más altos umbrales de la realización del ser. Así tenga una vasta experiencia; no es un adalid de la transformación, la innovación, la renovación en su más venerable dimensión. Jamás se debe olvidar que realidad más sueños y buen humor, da sabiduría, pero mucho depende de la orientación del que está frente al alumno, el cual debe ser muy consciente de su función social y dedicarse con alma, vida y corazón a moldear la palpitante y joven esencia en trance a la excelencia y visualizarle un norte de promisiones en honor a la cristalización de sus más grandes propósitos entre los que figura el hecho de ser la solución a los problemas que aquejan al hombre. Si se tiene en cuenta éstas humildes reflexiones nacidas del alma, se estará colocando la primera piedra para que cada Universidad sea el Alma Mater de los verdaderos líderes con la entereza hasta de hacer una hazaña en pos del bienestar total de la patria peruana.