En las sociedades es muy normal observar en los diferentes estratos sociales que lo único que interesa a una gran mayoría es el trabajo, la alimentación y la obtención de riquezas, comodidades y nada más.
La inspiración y creatividad con visión planetaria pasa a segundo plano. Inclusive es hasta cotidiano ver a las personas en cualquier latitud del Perú reclamando airadamente a los gobiernos regionales y municipales un puesto laboral y criticando a la gestión porque según ellos no cumplen con sus propuestas electorales. Más no piensan que si están en extrema pobreza o viven agonizando a cada instante, los únicos culpables son ellos mismos al no planificar, ordenar su existencia y prevenir las consecuencias en un mañana más tarde. En un mínimo sector, hay una tremenda lucha entre subsistir a través de los bienes materiales y la humanidad del ser que no se alimenta de fierro y cemento por cierto, sino del arte integral que es el nutriente sublime del espíritu. Tener una firme posición en la vida, les asiste todo el derecho del mundo, de asumir un derrotero pero sin olvidar que el hombre no es una fábrica de hacer dinero, sino que según su talento, debe convertirse en la solución de los problemas que aquejan al orbe circundante y de esa forma cumplir con el sagrado deber de ser una luz en la oscuridad de la noche para todos aquellos que transitan en la penumbra de las oportunidades y no los dejan trascender en el tiempo y el espacio en honor a sus virtudes. En el compartir hasta lo poco que se tiene, sin esperar recompensa; está la clave del éxito. Hay quienes optan por el camino más corto para su consagración total y forman una cúpula o cofradía entre sus allegados de los mismos y nefastos ideales y se cobijan ante el político de turno, quien a cambio de camuflar los yerros de sus decadentes funciones, los protege y debido al goce del poder hacen y deshacen a diestra y siniestra según sus apetitos personales, se acomodan y logran otras dádivas como pago a que le hacen sombra al padre de la patria que desde la capital maneja sus tentáculos y se nombran, suplantan ocupaciones y ejercen gobiernos siendo ellos no más los favorecidos mientras quienes verdaderamente necesitan y son adalides por sus capacidades demostradas en toda su amplitud, deambulan con su currículo, a la vez que los no buenos para nada y que jamás le ganaron a nadie ganan jugosos sueldos. Es que la valoración del ser en su real dimensión, no cabe en las tenebrosas entrañas del oportunista. Esta imagen de inequidad crea un ambiente embarazoso y denigrante donde la ingratitud e indiferencia son las características principales de esta oscura alianza. Aparte de ello, ya se ha hecho común que casi nunca la connotada eminencia, denota una conducta que vaya a la par con su gran sapiencia. No irradia un grado cultural de acuerdo a los pergaminos que luce y es fácil de imaginar y por tal motivo, su actuación deja mucho que desear porque su intelectualidad queda en el aire cuando se trata de dar cabida a los atributos artísticos del ser. Quien es actor principal del devenir político, económico y social debe mostrar su brillantez en todo momento y no solamente cuando hay beneficios de por medio. La sabiduría no es solamente para crearse una aureola de intocable, sino para edificar el imperio de la solidaridad, la igualdad con la esperanza que cambie el que vive como si el universo se acabase mañana. La productividad en el ser no está en el mando que ejerce convirtiéndose hasta en un dictador sin corona, sino en las innovaciones, transformaciones, invenciones que hace y que lo distingue de quien solamente es un consumidor cuyo nivel de incompetencia se nota a varias leguas ante el baluarte que sin bombos ni platillos, rompe añejos protocolos y pleno de modernidad, empatía, visión de futuro, ritmo, equilibrio y armonía, diseña la hoja de ruta que llevará a los grupos humanos hacia el bienestar general.