Si lo que nos hace inmensamente felices es lo que menos cuesta en este espacio terrenal; entonces por qué nos complicamos la existencia humana, tratando de adquirir costumbres que realmente resultan caras para la persona común y corriente y que no nos dejan ninguna sensación de bienestar general en el alma.
Se sabe hasta la saciedad que en la humildad sincera está la dicha real y duradera. Lo sofisticado, fatuo y superfluo, solamente nos trae dolores de cabeza. Por eso, así se diga que en los momentos actuales ser romántico es como comunicarse por intermedio de palomas mensajeras, cuando hace tiempo que existe el Internet; solamente hay que aprender a entender el candor que trasmite por ejemplo un bello atardecer cuando el sol se oculta y nos llena el espíritu de ternura. Ese alimento que hasta parece muy sencillo y cursi es capaz de vislumbrarnos la eternidad por que nos concientiza y apertura las ventanas de la creatividad sin límites. Por ello es necesario tener ilusiones, así la crisis agobiante pase por nuestros oídos como silbidos de balas amenazando los latidos del corazón, es que nuestra inteligencia emocional jamás debemos perderla. Hay que saber comprendernos y buscar la salida a nuestros problemas y con el entorno debe haber una verdadera unión de tal manera que en forma global se lleven los días de vida, hacia un ámbito de solaz esparcimiento. Más si no somos capaces de entender una belleza natural y solamente nos hace feliz una pulsera de oro, un auto último modelo como el que tiene el vecino, o el edificio de cinco pisos que posee el que vive al frente; estamos arando en el desierto y nuestras vidas marcharán a la deriva, solamente por estar plegada de inconciencia derivada, del complicado mundo moderno que hoy día tenemos por morada. Es que los adelantos técnicos, jamás deben deshumanizarnos, al contrario, que nos hagan la existencia más llevadera, más práctica, pero siempre conservando un buen sentido del humor, con visión de unidad singular, donde el conocimiento, la justicia, la conciencia, la igualdad y la equidad, sean las rutas que determinen el gran viaje imperecedero hacia las estrellas. Como se podrá apreciar, lograr un estado de realización personal tomando como punto de partida las oportunidades que se nos presentan en el discurrir del tiempo, está al alcance de todos. Lo único que se requiere es ser sinceros consigo mismos, ubicarnos en la cresta de la ola, o en el pico más alto del horizonte gris y no pensar que somos la décima maravilla y pisar tierra y extasiarnos hasta del canto de las aves y en base a esa inspiración fortuita, encaminar nuestros ideales hacia la consumación de los más grandes umbrales del éxito nacido de las divinas entrañas del ser. Ya es tiempo de darnos cuentas que el secreto del triunfo reside nosotros mismos. Lo que existe alrededor, debe ser utilizado para lograr los más grandes propósitos realizables que perseguimos y que se forjan tan sólo en la mente. Si somos una maravillosa fuente de excelencia, resulta ilógico que busquemos a otras personas para satisfacer nuestros anhelos, conseguir metas, consumar sueños, si cada cual es un proyecto en potencia, en la que si hay sabia decisión, se llega hasta las más altas dimensiones superación personal. Por eso no hay que dejarse obsesionar tanto por el brillo del oro porque envilece el pensamiento; es mejor que invada las fibras más ocultas del ser, una fiel inspiración motivada en el amor y la paz y permitirá que se vislumbre el mundo que todos quieren y dejar huellas para la posteridad en base a un talento sin fronteras, nacida del afán de servir sin esperar recompensas.