SI EL HOMBRE FUERA MÁS HOMBRE

Si todo ser compartiera
sus riquezas y bondades
la pobreza y las maldades
en la vida no existiera.
El mundo distinto fuera
al haber prosperidad
y al brillar la calidad
la guerra no existiría
y al abundar la alegría
¡HABRÍA FELICIDAD!

 

 

Si en el mundo entero todos sin excepción, tuviesen la oportunidad al trabajo sin partidarismos políticos, fanatismos de última hora, o intereses creados, de acuerdo a sus virtudes; se viviría con una sonrisa en los labios plenos de dicha y felicidad.

Si nadie negociase su conciencia, su silencio y libertades personales al mejor postor, en pos de riqueza; la justicia sería como una flor inmarchitable que perfumaría el jardín de la existencia divinal.

Si no hubiera el servil ni el sumiso que a todo dice “si” por una dadiva miserable que le da el poderoso como premio a su mutismo y pacífica obediencia, habría una creatividad sin límites ni fronteras, hasta en los rincones más alejados del universo.

Si no existiesen aquellos impostores que suplantan irónicamente, sin sangre en la cara, al que verdaderamente sabe por derecho propio, la sublime inspiración nacería como el sol generoso cada mañana en lontananza, originando rutas de ventura para la posteridad ofrendando prosperidad.

Si no proliferasen como plaga incombatible, los hijos de la casualidad y del oportunismo que sin saber andar quieren volar en el espacio infinito solamente para beneficio propio, de su cofradía o círculo cerrado que le da la vida, cada cual tendría más horizonte para poder cristalizar sus más caros anhelos, metas y sueños en pos de una realización total en base al desprendimiento.

Si se respetase a plenitud, al innatismo, habilidades, cualidades, atributos del ser humano en su máxima expresión y comunes objetivos, sería de otra dimensión el conocimiento en el mundo.

Si se valorase al talento humano en toda su plenitud y se le coloca en el umbral que se merece, el arte, la ciencia, la cultura y la tecnología, estuviera en el sitial donde siempre debió estar para dar su luz de grandeza al mundo.

Si no abundasen los egoístas que por ser académicos, o gozan de popularidad, pero con ideas desfasadas en el tiempo y el espacio, se creen con derecho a ocupar los puestos mas altos del orbe o gobernar eternamente con su cúpula de convenidos, imperaría la democracia en la faz de la tierra como una manifestación de inteligencia superior del ser.

Si no existiera el ambicioso que basado en el poder de las armas se quiere adueñar de lo ajeno, o de lo contrario declara irremediablemente la guerra, se construiría la paz y el amor como símbolo de espiritualidad y sutileza humana.

Más como no existe ni siquiera en sueños la hermandad universal, todo gira sin derroteros, y se orienta indeteniblemente hacia un armamentismo sin final, con el único fin que domine el más insensato, así se tenga que exterminar la raza humana, como si ese fuera el único fin del hombre sobra la faz de la tierra.

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