Actualmente la humanidad vive en una constante lucha contra el tiempo, pues los días se vienen en caravana incontenible y todo ocurre tan rápido que sin ir muy lejos, lo de ayer que era imprescindible para la sociedad, hoy día es totalmente obsoleto.
Lo mismo ocurre con nuestros connotados profesionales; si no se actualizan de acuerdo a la modernidad y a los nuevos conocimientos, podemos estar frente a un titulado con todos los honores habidos y por haber pero con una incompetencia que se nota a muchas leguas a la redonda. Por esta razón podemos afirmar con mucha razón que solamente se puede ser un baluarte del crecimiento y desarrollo de la región, país o del mundo; si se es un eterno estudiante y a la misma vez conduce su vida dentro de la comunicación afectiva, objetivos comunes, pleno de solidaridad y da un servicio por doquier sin esperar recompensa.
De no ser así, se estará viviendo de añejos honores pero que a la hora de la verdad no da ningún fruto por ser una persona desfasada en el tiempo y el espacio. Peor aún, si solamente es un repetidor de conocimientos, trasmisor de ideas ajenas, o un investigador del horizonte cibernético, pero nulo en creatividad, e innovaciones. Dicho en otras palabras, con lo aprendido, no visualiza nuevas auroras para que el hombre logre su bienestar general, por lo que no es otra cosa que uno más en la lucha por las realizaciones humanas. En este sentido, no basta la banda, la medalla de oro, el cetro de diamantes. Son galanuras fatuas que no reflejan, salvo en contadas excepciones; ni en lo más mínimo su real capacidad intelectual y si se analiza la calidad humana, no nos encontramos con la gran sorpresa, porque siempre ocurre; que los grados que ostentan muy orondos y hasta con orgullo, no van de acuerdo con su universo cultural que luce, lo que deja mucho que desear por su escasa, humanidad y espiritualidad que no lo disimula en nada la cantidad de pergaminos dorados que posee. En todas las épocas ha ocurrido este desfase intelectual y se sigue transitando por la misma ruta de la falsedad, en la cual el que sabe un poco se cree sabio y el sabio se considera lleno de vanidad, de otro planeta, cuando en realidad a la hora de la acción, se desnuda toda la verdad y el superdotado de sabiduría resulta que solamente tenía la vida de una flor.
Hay casos aún más delicados como aquellos que por el hecho de ser profesionales, según ellos, con una sapiencia fuera de lo común. Venden su conciencia y sagradas libertades en aras de obtener poder y dinero sin tener las condiciones necesarias para emprender el escabroso camino donde el pueblo es el soberano, tal vez cegados por la ambición de dominio y popularidad y resulta que dicha aventura no es otra cosa que un debut y despedida. En este sentido consideramos, que ante las diferentes posibilidades de éxito que nos da la vida, lo más importante es conservar la humildad en todo momento y no vivir como si el mundo se fuera acabar mañana y querer acaparar todo los puestos y riquezas existentes. No todo es tener para si mismo, sino dar sin mirar a quien. Lo saben todos pero no se cumple. El hombre que es pura bondad, que es capaz de arrancar una amplia sonrisa a quien padece, que tiene la facultad de originar alegrías donde el llanto es la música fúnebre del alma triste, que en un segundo avizora un mañana esplendoroso para el que siempre es marginado o no valorado en la escalera que lleva a la bonanza infinita, tiene su triunfo asegurado y sus huellas nunca se borrarán al hacer derroche de empatía y visión planetaria, lo que le da el secreto de la eternidad porque ha nacido para no morir.