Hay que vivir para crear y crear para vivir y no existir de la inspiración ajena
Siendo el hombre dueño de su futuro y capaz de labrar su porvenir, no se puede nacer y caminar herido toda una vida por el mundo en pos de una fosa común acompañado del olvido perpetuo. No es aceptable desde ningún punto de vista, la avalancha de presiones que sufre el ser humano que solamente logran cortar las alas a la invención. No es nada halagador que entre los que son una misma familia por sangre y tradición, se cimente la cultura de la mordaza, si justamente; cuando se habla en plena libertad con la razón en la mano, se originan nuevas rutas de prosperidad.
El silencio origina caos social, el mutismo, rebeldía de parte de quien espera una respuesta a sus dudas. El que calla es cultor de la indiferencia total. En este caso, el poder, debe ser el primer difusor de la verdad cristalina en aras de una total identidad que permita avanzar sin ataduras hacia horizontes de sabiduría global. En despejar las brumas de la incertidumbre reinante, en anular las vías de la ingratitud, en desterrar abismos en el tránsito hacia la genialidad, en aperturar nortes de solaz esparcimiento; está el verdadero valor de los hombres que apuntan por un mundo mejor. Ya no se debe mirar solamente en las cuatro paredes de una patria en proceso de cambios, hay que apuntar hacia el infinito en busca de despejar la incógnita que atormenta el existir y tratar que el hombre satisfaga sus inquietudes al caminar indeciso que no le permite hallar los derroteros de realización personal. No es el tiempo de encerrarse en añejas fronteras y observar al mundo como por los gruesos barrotes de una prisión pública.
Hay que mirar el orbe azul cara a cara, frente a frente, no con la admiración por sus grandezas y bienes materiales, sino con la hidalguía y las esperanzas que se va, aunque lentamente, rumbo a la consagración en base al esfuerzo propio. En este caso, la originalidad, debe hacerle el bajo a toda sinfonía de transformaciones que se requiere para volar de igual a igual junto al más pintado representante de alguna ciudad progresista en el ámbito de los que quieren trascender para la posteridad. Es que en esta vida, hay dos tipos de personas, los que ganan y los que pierden. Pero, los que avanzan rezagados, muchas veces es a propósito, pues vale oro ir a la cola en la lucha por la existencia. Todo tiene su precio, hasta ocupar el último lugar. Es aquí donde debe aflorar en todo su esplendor, la dignidad de las personas e imponer su comprobado criterio y que jamás debe decaer ni ante el brillo destellante del vil metal. Ni la mano del explotador o el negociante de libertades, debe mancillar la honorabilidad del caminante con la conciencia limpia. Es que si hay las puertas abiertas al intelecto, cada día se hallarán más ventanas de par en par en donde se podrá visualizar dimensiones de grandezas infinitas. Para ello hay que saber lo que se quiere y hasta donde se piensa llegar por la senda elegida. Si no hay espejismos ante los ojos cansados de falsedades, sino hay ilusiones totalmente alejadas de la realidad, si se tiene las entrañas santiguadas por la luz de cada día, el hombre está llamado a lograr las más grandes hazañas porque está preparado para ello. Lo único que falta, es despojarse de la investidura del pesimismo, abrir los brazos y el corazón a las buenas nuevas, vivir en una comunidad pleno de fines comunes, ser promotor de la poca o gran enseñanza que se posee, agarrar las riendas de una institución o la patria y llevarlo directo al altar de la gloria y que sea la historia quien valore tal acción y lo ponga como ejemplo para las futuras generaciones y ven en ello, un venturoso camino a seguir.