DEL SUEÑO A LA REALIDAD

En el corto tránsito entre el nacer y el morir se va teniendo una visión global de todo lo que ocurre donde se desarrolla la existencia.

A través de la historia de la patria roja y blanca, ha ido dejando en claro una gran dosis de egocentrismo en una significativa mayoría de peruanos lo que a mi muy particular punto de vista y sin el ánimo de herir susceptibilidades; es la causa de la eterna crisis nacional. El problema es de conducta. En el niño, joven, adulto, en el hogar, es notorio esta afirmación. Todos quieren para si mismo sin la mínima reciprocidad y sacarle provecho a toda situación sin dar nada de parte suya. No hay integridad moral, dignidad social, el afán de compartir lo que muchas veces no se necesita, la humana entrega sin fines de lucro. Si se trata de una institución honorable, se lucha por el bienestar de los suyos, se cuida la imagen pensando en sus cuatro paredes solamente. Sucede que estar en la cúspide de la popularidad por medio del voto popular a su vez significa poder e inclusive libre albedrío en la que priman intereses personales, partidarios y amicales sin proyección a la comunidad.

El asunto es aún más preocupante si al ocupar tal escaño, como nunca tuvo el mundo a sus pies, empieza a creerse de otro planeta y en cada paso apurado o palabra dicha, no demuestra otra cosa que sus inmensas limitaciones para ostentar tal cargo público. Cimentar una buena posición económica por claras o un tanto oscuras transacciones laborales; es sinónimo de orgullo hasta el extremo de mirar por sobre el hombro a su entorno del que ayer formó parte. Lograr una profesionalización y aún sin llegar a ser la eminencia que marque la diferencia en el campo técnico; se considera un elemento de primera categoría con derecho a creerse lo máximo en sabiduría humana. El que marcha a la sombra de algún funcionario estatal por medio del cual a base de regalos y otras dádivas, consigue el puesto y el atril que ocupa de casualidad y sin haberle ganado a nadie por ser notoria su incompetencia; entre su grupo social, se considera un connotado personaje. Todo esto, unido a la constelación de oportunistas sumisos y serviles que abundan como epidemias o aquellos que venden su conciencia y sus sagradas libertades vitales al gobierno de turno en todas sus manifestaciones burocráticas; para reaparecer al final de su vil negociación, como hombre común y corriente cuando se le acaba la mamadera; no son otra cosa, la vieja raíz que no permite trascender al Perú con honores propios. Cada cual jala agua para su molino ante la mirada del poderoso que permite tal indignidad, busca el acomodo de su círculo de allegados así no sean buenos para nada.

El talento, la intelectualidad, las expresiones artísticas y espirituales poco valen. Tiene mayor peso el agachar la cabeza y decir sí a todo aunque se llegue a la categoría de un inmundo reptil. El nombrado se cree el eterno dueño del puesto de trabajo y asiste a su centro de labores por compromiso contractual y hace de todo menos el cumplir con sus funciones para cual el estado le paga a pesar de la poca eficacia que demuestra en sus funciones. A¿Quién permite todo esto? Los que lucen la banda otorgada por el pueblo. Enmendar el rumbo de la patria no será posible mediante una ley. No hay una norma legal que transforme las estructuras mentales de las personas. No hay político ni líder social capaz de borrar la ambición que anida en las entrañas de los que se creen dueños de los destinos de la patria. El único secreto para construir la país que todos queremos, reside en cada uno de nosotros y es la humildad, honestidad y deseos de superación pensando que no hemos venido al mundo a sufrir, ni explotar, sino para servir a los demás por ser todo parte de una hermandad universal.

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