Surgen mágicas fórmulas para ponerla en práctica en nuestro entorno, se generan nuevos planteamientos para formar al líder que tanto necesita la patria. Surgen los profetas y gurus del nuevo pensamiento y con palabras enfervorizadas quieren cambiar al mundo. Mas da la impresión que tanto la desocupación, la falta de oportunidades laborales, los bajos ingresos, la crisis moral, el afán de lucro en forma desmedida, pueden más que las buenas intenciones de marchar haciendo acopio de valores dentro de los cánones humanos.
Ante esta disyuntiva; la juventud tiene que luchar a base de conocimientos y propia identidad, contra grupos humanos que no aceptan los cambios hacia la calidad de vida con fines comunes. Una gran mayoría no acepta un liderazgo cristalino por no perder los privilegios que han venido gozando sin saber ¿por qué ni cómo? Le cayó del cielo la oportunidad y logró el éxito de la noche a la mañana sin tener las condiciones para ser un ganador. Por este motivo, el camino que le espera a la juventud, es largo, pero todo largo camino empieza con un primer paso y el hecho de interesarse por leernos o escucharnos, significa que hay inquietud por un cambio de mentalidad y en realidad es un buen indicio que augura un mañana feliz.
Pero nada se hará realidad, si esa fuerza de voluntad, las ganas de triunfar, no marchan a la par con la adquisición de conocimientos pero, siempre bajo una óptica humanista donde el servir sea sin esperar recompensa y el desprendimiento se de en forma natural y con una sonrisa. Sólo con ciencias humanas y exactas el nuevo líder será un paradigma inmarchitable en medio de una serie de dificultades que no dejan cristalizar sus más caros anhelos. Con ser valiente y no desmayar, trazarse compromisos y cumplirlos al pie de la letra, se logrará convertir a todo hombre en un líder sin fronteras. La palabra la tenemos todos. Habiendo predisposición de cambio e ideas transformadoras de acuerdo a nuestra idiosincrasia, hay que seguir adelante, así los aprovechadores de todos los tiempos lancen un grito al cielo. Dios no los va a escuchar porque es una risa sarcástica disfrazada de queja que no significa dolor sino burla contra los principios de la existencia humana.