Ya en el otoño de mi noche gris
Muy lejos de mis huellas sin mañanas,
Al ayer, diviso con nostalgia infinita
Y en esos instantes de silencio impío, en la soledad de mi senda cruel
Apareces con tu luz de radiante primavera
Despertando en mi existencia, tremendas ansias de vivir.
Por eso, en mi ruta desierta de caricias y arrullos
Eres, a mis años, por tu fresca brisa de abril,
Un nuevo amanecer, junto al ocaso de mis pasos melancólicos,
La tierna melodía jamás escuchada por mis oídos de cristal,
Tus ojos, son el lírico paisaje para recrear mi añeja orfandad,
Tus labios, el más dulce néctar, donde navegaría embriagado de ambrosías,
Tu sonrisa, un halo infinito de inmensa bondad
Y al habitar en tu fuente, la sabia ofrenda de embrujadores encantos,
Anhelo recorrerlos embelesado, en busca del placer nunca sentido todavía.
Hoy al contemplar tu silueta destellando alboradas juveniles
Mi espíritu se impregna de energía viva
Y vuelvo a nacer junto al aroma de tu mágico jardín
Y al ser tu sinfonía, un rescoldo de pasión loca y desbordante,
Necesito de tu aureola para ver al mundo con la fe de otros tiempos,
El calor de tus manos para mi crónico invierno,
La miel sublime de tu manantial de afecto,
De tu piel vibrante ansiando candor;
Para no seguir sin metas, extraviado en mi abandono sin fin
y al ser tu esencia, la razón de mis andares,
Déjame vivir a tu lado, la última ilusión de mi vida
gozar de un sueño en el fuego abrasador de tu ser
y aplacar en tu fuente mi eterna sed de amor
y con mi aureola, aún de ardiente frenesí,
no caminar herido y pensar por siempre un día:
¡Empecé a morir,
Cuando te conocí!
2005-10-26