VIVE EN NOSOTROS LA DICHA

No hay nada que supere a la paz espiritual que se siente después de realizar una buena obra sin intereses personales. El hecho de dar felicidad al entorno, inclusive poniendo en peligro la nuestra; es el don más maravilloso que todos debemos poseer.

Ser bondadoso está al alcance de cualquiera. Originar la dicha de aquellos que lo abate el infortunio, es vislumbrar un sendero de ventura gracias a la transmisión de la energía divina de las entrañas del ser. Se puede vivir en la orfandad pero nada cuesta una palabra de aliento dicha con el corazón para alejar a la persona del pantano de la desgracia. La acción de desear bienestar a nuestros semejantes, debe ser como el saludo de todos los días. Ofrecer una sonrisa en el camino de la vida hace en el alma lo mismo que la gota de agua en el fértil surco. Ofrecer una mano al caído, tiene la misma dimensión de una oración a Dios. Levantar el ánimo al que está sumido en la desesperanza, tiene la misma connotación de un consejo maternal al borde del abismo del llanto. Enseñar la ruta del éxito al que deambula en la oscuridad de la noche, es buscarle la claridad a los que viven envueltos en la eterna penumbra del olvido. El que abre su corazón al prójimo, siempre tendrá abiertas las puertas del cielo.

Vivimos en un mundo donde todos aspiran la riqueza material para beneplácito del grupo familiar. Es una premisa muy natural que asegura la economía del hogar. Es un estado muy lógico que todos deben tratar de lograr en base al trabajo y aptitudes de buena fuente. Todos tienen derecho de conseguir hasta las más grandes hazañas. Teniendo en cuenta que el desarrollo personal es en base al conocimiento de primera mano. Lo que si no está correcto que la adquisición de riqueza sea en relación a una ambición desmedida que se anteponga a todo principio moral de la humanidad. Se puede avanzar con paso firme sin olvidarse de compartir con los que más necesitan de verdad. Hay que ascender a las estrellas pero con dignidad moral, convicciones, principios y servir sin esperar recompensa. En esta acción reside la razón de la existencia de la humanidad.

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