LA APARICIÓN MISTERIOSA

Era un lugar muy hermoso por su cálido sol y verde vegetación que adornaba su campiña. La brisa matinal emanaba un aroma a fruta madura que lo tornaba inconfundible a muchas leguas a la redonda.

En mi recorrido por la ciudad, entre sus calles angostas y apacibles se notaba la generosidad de su gente por sus rostros sonrientes y amigables. En vista que era un sitio agradable como para desarrollar mi oficio de escritor, había decidido conocer algo más de “Nuevo Amanecer”, como se lleva tan singular poblado. Ya había dictado mis conferencias sobre poesía, me encontraba libre y lo único que me faltaba era conocer el pueblo y atender una invitación de mi amigo Pepe que lo había conocido en mi continuo dialogar con los asistentes al evento. Habíamos quedado de encontrarme para ir a su fundo, el vivía en el campo y tenía unas  hectáreas de frutales y en verdad que mucho me agrada la vida y el contacto con la naturaleza y por eso estaba interesado en ir. De pronto escuché la bocina de su auto y era Pepe que ya estaba listo para emprender viaje hacia su chacra, nos saludamos muy  sonrientes y abordé su vehículo y partimos raudamente a su pequeño paraíso como él lo llamaba. Nos fuimos poco a poco alejando de la ciudad, el carro se desplazaba raudamente por la pista y cada vez eran menos las viviendas hasta que ya íbamos entrando a una zona netamente rural y empezamos a viajar por un  camino de tierra, al costado la acequia llevaba agua turbia, la arboleda se hacía  más tupida e inaccesible, una que otra flor daba su aroma al paisaje encantador y el concierto de las aves matinales ponía la nota romántica a la mañana de noviembre. Después varios minutos de recorrido en la cual se divisaba a lo lejos casas de campo, el carro se detuvo frente a una vivienda en la cual los primeros que salieron a recibirnos fueron dos perros que con sus ladridos y movimientos de cola nos comunicaban lo que no podía decir con palabras, Saltaban, gemían, lamían y a la vez asomaron por la puerta dos jóvenes de unos 13  y 15 años más o menos, Luego salió Silvia, su esposa; quien nos hizo pasar muy atentamente

–       Aquí vivo, mi querido poeta, estás en tu casa – a lo que yo agradecí de todo corazón por su deferencia para con mi persona. Luego prosiguió con su conversación.

–        Todo lo que se divisa hacia el fondo son mis tierras y está sembrado de frutales porque este suelo es aparente para la fruticultura. Mientras prepara el desayuno Silvia, yo voy lavando el carro y tú si gustas puedes dar una vuelta a las parcelas, no te vas arrepentir; hacia la quebrada hay una hermosa laguna natural que siempre es la atracción de los visitantes Pablo.

–       Gracias Pedro –

Salí a caminar y era en verdad un regalo de Dios, había granadas, mangos, nísperos, manzanas, duraznos, tumbos, pacayes, naranjas, mandarinas, en fin tenía de todo en el huerto. Seguía  caminando y encontré cerca  al  frondoso higo una cruz clavada en la tierra con unas letras casi ilegibles y un ramo de flores marchitas y  que se estila colocar como recuerdo cuando alguien ha muerto o está enterrado en el lugar y no me di  tiempo de leerla y sólo me persigné como acostumbraba cuando encontraba algo parecido. Continué probando uno que otro fruto mientras que el terreno  se tornaba cada vez más de bajada. Cantaban las cuculíes, gorriones, jilgueros, lo que hacía mi desplazamiento de lo más entretenido, como nunca imaginé. De pronto levantando la mirada, divise en un descampado de la chacra pero rodeado de juncos y plantas silvestres un pequeño riachuelo que  vertía sus aguas cristalinas en una especie de laguna en miniatura. Estaba en la parte baja de donde estaba yo como a unos 100 metros de distancia. Me senté en una  piedra a contemplar tan alucinante espectáculo que así nomás no se ve. Estaba extasiado con tanta preciosura, colorido y magia natural. De pronto vi en una parte de la laguna a una extraña  mujer que se estaba bañando, al parecer totalmente desnuda. Mostraba parte de su cuerpo con una blancura increíble y una cabellera larga y totalmente castaña  Mi impresión fue tan grande que opté por irme pero más pudo mi inquietud por conocerla aún que me quedéagazapado entre losarbustos, la miraba  sorprendido. Es que quién  iba a imaginar que en este desolado paraje iba a encontrar a una dama tanta hermosura, en esta comprometedora situación. Sentí un poco de vergüenza encontrarme en estos aprietos. Ella nadaba plácidamente sobre las aguas tranquilas. Lo primero que se me ocurrió es que apenas salga del agua, presentarme y hacerle saber mis disculpas por la intromisión del cual sin querer estaba involucrado. Traté de acercarme más donde gozaba de lo lindo tan inesperada beldad. Siempre protegido por los apreciados árboles de tan ricos frutos, me desplazaba lentamente, pensando en voz alta lo que le iba a decir cuando este frente a ella.

– ¡PABLO!- ¡PABLO!, ¡PABLO!- escuché una voz a lo lejos que el eco repetía por la ensenada y me pude dar cuenta que era Pedro, de inmediato, yo que estaba ensimismado en tan  maravillosa visión, volví a la realidad y  se rompió el encanto. Seguramente ya estaba el desayuno.  A paso rápido empecé el  retorno pero siempre volteando hacia atrás donde la figura angelical de tan maravillosa vista se fue perdiendo con la distancia lentamente.

– Pasa Pablo y sírvete un potaje de la región. Era chuño frito con  papas doradas que resultaron ser unas delicias, luego uncafé y pan de trigo. Pedro me hablaba y yo contestaba con monosílabos. No se me podía borrar de la mente lo que había visto hace unos instantes. Concluimos  de probar nuestros alimentos.

– Pablo, yo voy a fumigar unas plantas y si gustas me acompañas o sigues caminando o escribes como gustas. Hay una habitación con un escritorio que he adecuado especialmente para ti. Después que acabe si gustas te llevo al pueblo por si tuvieras algo que hacer-

-Voy a escribir algo Pedro, a la hora que te desocupes me avisas para retornar a la ciudad. Gracias por todo Pedro.

Me  acomodé en la habitación pero no escribía nada, solo pensaba en la chica de la laguna, pero tampoco me atreví a contarle e a Pedro de lo que había sido testigo. Llegó el momento de retornar y nos fuimosconversando de todo y haciendo planes para el día siguiente. En la tarde tuve unas entrevistas con los periodistas en el hotel donde estaba alojado y luego por la noche algo de lectura y a descansar lo que no  pude hacer en vista que ya estaba para conciliar el sueño cuando aparecía en mi memoria la mujer de la laguna. Ni sé a qué hora me dormí, lo cierto es que llegó el nuevo día. Igual como el día anterior. Pedro me llevó de nuevo a su casa, me invitó el desayuno

–       Pablo tú sabes que trabajo en la chacra y quizá no te puedo brindar todas las  atenciones que te mereces, pero tienes toda la libertad de pasear, de probar lo que gustes, quiero que tu estadía en la casa la pases de lo mejor y a la hora que quieras algo no haces más que pedir a cualquiera que esté en  la casa.

–       Gracias por todo pero la verdad que no necesito nada, estoy muy a gusto y es justamente el ambiente que necesito para evitar el estrés agobiante de la ciudad. Bien y como no quiero quitarte más tiempo, voy a realizar mi caminata de costumbre.

–       Adelante Pablo…

Igual que un autómata, empecé mi recorrido igual que ayer pero esta vez iba ansioso de hallar nuevamente a la mujer, estaba totalmente intrigado y obsesionado por saber quién era. De pronto pude divisar la laguna y grande fue mi decepción porque no había nadie. La busqué con la mirada y nada. Traté de llegar a la misma laguna sigilosamente y sorpresa, en el césped entre unos pequeños arbustos estaba tendida puesta una túnica blanca y sus cabellos color del trigo maduro,  ondeaban con el viento. Sus pies diminutos parecían de un ángel. Me miró sin sorprenderse y sus ojos  tenían el color del cielo y yo estaba totalmente fuera de sí y no nos dijimos ni una palabra. La tomé de las manos y ella me las apretó bien fuerte como si sintiera temor de algo. Le di un beso en  la mejilla y ella me respondió, tenía un perfume como los jardines al llegar la primavera. Creí desfallecer de lo que me estaba ocurriendo.   Pegué mi rostro al de ella y pude sentir los latidos apurados de su corazón junto al mío. Me nacía un sentimiento raro e inexplicable  por ella, no sé si era amistad o amor a primera vista, pero me marcó las entrañas con su misterio y los secretos que guardaba bajo su mutismo celestial.  En un arranque de agradecimiento por su bondad me saque una medalla de Dios que colgaba en mi pecho y se lo coloque al de ella como regalo. Ella sonrió emocionada y suspiro amorosamente. De pronto escuché murmullo de voces a cierta distancia. Parecían que eran los hijos de Pedro. No sabía qué hacer, No podían encontrarme en esta incómoda y fortuita postura. Qué pensarían de mí? Lo único hice fue correr apresuradamente antes que me vean y esconderme en la floresta. No me despedí de la chica, sólo atiné a huir de su presencia para evitar suspicacias y el qué dirán. Las voces se escuchaban cada vez más cerca y qué iba a hacer la chica? Desde mi escondite vi que los chicos corrían por el pasto dando rienda suelta  a su energía juvenil.

–       Mira – le dice el uno al otro, –  acá está  la “aparecida”, vamos a jugar con ella, el otro chico lo sostenía pero no podía ver quién era. Grande fue mi sorpresa cuando pude apreciar que se trataba de un hermoso perro lobo de color castaño y de ojos celestes. No podría ser. Yo pensaba que la iban hallar a la mujer porque en  ningún  momento vi que se levantó y se fue. Me presente ante ellos con más dudas que antes e intrigado. 

–       – Hola profesor, estamos jugando con la “aparecida” – Yo miraba alrededor para saber si estaba la chica pero todo era vacío, se había esfumado como por obra divina.

–       Y porqué le dicen la “aparecida”

–       Es que aparece de vez en cuando y no sabemos de quién es, ni su nombre siquiera. Yo estaba cada vez más confundido que antes. Será que se había transformado en este hermoso can? Después de largo tiempo en juguetear por el pasto, el noble animal se separó del grupo y empezó a correr por la quebrada y a cada rato volteaba la cabeza y se fue perdiendo por la agreste floresta hasta no dejar ni siquiera un  rastro de su presencia. Con los chicos volvimos a la casa conversando alegremente pero mi mente estaba concentrado en la mujer de la alguna. Llegó la tarde y por acuerdo con  Pedro me quedé a dormir esa noche en su casa. No podía conciliar el sueño y ya de madrugada se me presentó dormido la misteriosa mujer.

– Que no te parezca extraño pero he venido a despedirme, no soy de este mundo, solo he venido a recoger mis pasos que dejé cuando estuve en vida pero ya acabó mi penitencia. No te preocupes ni tengas sobresaltos que donde este velaré por ti y mi afecto por ti será eterno porque Dios te puso en  mi camino para siempre, por toda una eternidad-

 Me desperté sobresaltado y estaba sudando frío y temblaba, Creí estar delirando pero todo era verdad. Me agarré mi pecho y colgaba una cadena con un  adorno en forma de ave y decía en su faz ¡Recuerdo de Enya!, por supuesto que ese adorno no era mío y no atiné a explicarme como es que apareció en mi cuerpo. Faltaba todavía para amanecer pero me llegó la luz del día con los ojos bien abiertos. Me levanté de la cama temprano, meditabundo, pensativo, y mentalmente repasaba todo lo ocurrido y no le encontraba explicación a nada. No tenía sentido lo que me había pasado. El día se me paso entre tertulias con Pedro y su familia y en mis escasos minutos de soledad en mi habitación provisional, me pareció ver la sombra de Enya por segundos en ciertos momentos. No sé si era mi nerviosismo, mi exagerada imaginación o la vista de lo no común que me tenía sugestionado que sentía su presencia cerca de mí a cada instante.

Como ya tenía que regresar a mi ciudad y no me alcanzaba mucho tiempo, fui a  la laguna a mirar el lugar como una despedida y de paso por si veía a Enya por última vezcuando estaba cayendo la tarde. Me quedé como petrificado, la divisé casi entre las sombras, corrí desesperado, para abrazarla y acariciarla con desbordante pasión; pero su cuerpo parecía de humo, era como una sombra, igual que un haz de luz y  esta vez  empezó a alejarse pero en lugar de correr por el pasto como el otro día, comenzó a elevarse hacia las alturas emitiendo una aureola violeta intermitente y un coro de ángeles entonaba una canción de una música extraña pero que embriagaba las fibras más íntimas de mi alma y en  la soledad de la penumbra parecía  un  cortejo fúnebre en la que no sólo se marchaba ella a su edén de maravillas;  sino que me quedaba sumido en la más triste soledad.

Ya en la casa, cuando Pedro se aprestaba a llevarme a la ciudad en su auto

me despedí de todos entre alegría y algo de pena porque en  el poco tiempo que estuve con ellos me había acostumbrado. Antes de partir Pedro le dice a Silvia. – Mañana a primera hora a uno de los chicos encárgale que le lleven flores a la cruz de la finada Enya que está junto al higo. Tiene sus flores secas. No hay que olvidarse de los muertos. Siempre les repito y ustedes no hacen caso – y arrancó el vehículo a toda velocidad.  

Para mí era como retornar a la vida, un despertar de la concienciaen dimensiones superiores  de la existencia del ser, después de haber estado cerca de la muerte. Es que entre ambos estados de la esencia humana, la distancia es mínima por bondades del Creador y el reposo eterno es una continuidad del soplo divino que energiza las vibraciones de espíritu. . Es que entre ambas hay una relación directa en la que si no hay ansias de amar, el olvido es el eterno ataúd  de la desaparición total.

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