LA NIÑA HUERFANA

A orillas del río, bañado por sus aguas cristalinas había un valle cual huerto prodigioso de dicha y de maldad. Se divisaba al pueblo y la riqueza de la tierra con su fruto dulce para el amargo sueño.

Entre árboles y flores se levantaban las casas de paja y caña brava sobre fértil suelo, donde vivía una niña de negros cabellos de casi ocho primaveras al lado de su madre y por cosas de hombres y cobardes callan creció sin conocer la palabra papá. Más tuvo la madre, hacer de sus años una lucha continua a cambio de sudor y lágrimas y aprendió la niña; cómo sonreírle a la vida al mostrarle su cara siniestra de miseria y dolor. Todos los días salían al campo como dos hermanas contándose cuentos a buscar la leña y abrigar sus penas, ante la mirada de los labradores cuando sembrando vienen y sembrando van. Una mañana del sombrío otoño la abnegada madre enferma cayó, Tal vez la hería su mundo solitario; o aquel ser indigno que una vez amó. En su inocencia la tierna criatura supo de ese lecho no iba a levantar y tras lenta agonía, arrodillada la niña abrazándola y entre sollozos exclamaba ¡No te mueras mamá! ¡No me dejes sola! ¡No me dejes por DIOS te lo ruego! ¡Sonríe!, ¡Levántate! y paseemos como ayer por el jardín cantando de la mano… ¡No Hija! ¡Sé que voy a morir! Créeme, yo desde el cielo guiaré tus pasos…y algún día volveré por ti para no separarnos jamás…jamás… La madre expiró… Desde ese momento, sufriendo la niña, sepultó su infancia, guardó sus muñecas y de oscuro traje se vistió la pobre por duelo en el alma. Muchos vecinos quisieron llevársela más la huerfanita, dejar la casa no quiso donde fue tan feliz y triste a la vez. Al rayar la aurora por los campos salía a buscar la leña sin su hermana mayor y un domingo por el camino verde una atractiva dama de blanco vestido se le presentó, sin saber de dónde venía; pero tornaba su soledad en horas de alegría, ante la mirada de los labradores cuando sembrando vienen y sembrando van… Veían asombrados, a lo lejos a la niña de intenso luto con la bella señora, le ayudaba a buscar la leña y luego desaparecía, regresando la niña sola a su casa. Una buena tarde salió temprano y sucedió algo misterioso, ¡Ya no regresó nunca más! La gente del pueblo, sorprendida y aterrada tejió más de una leyenda: unos decían: es el diablo la nívea majestad, la pequeña estaba endemoniada; otros más cristianos decían ¡Es su madre! De tan rara fecha, volaron los tiempos y cuentan otros labradores cuando sembrando vienen y sembrando van, en las noches de luna llena; ven en la lejanía a la angelical mujer ayudando a buscar leña, con la niña de intenso luto y luego desaparecen como la noche… al llegar el día también se va…

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